Llámenle revolución, cambio o evolución -pues parece que la primera palabra aún asusta-, pero el futuro de nuestra sociedad no se puede concebir sin un cambio de mentalidad sobre la mujer. La última gran muestra se ha producido esta semana en Argentina, con un parón laboral y una gran manifestación en Buenos Aires tras el asesinato de una joven - drogada, violada y empalada-. Fue bajo el lema #NiUnaMenos, un eslogan ya asentado en Sudamérica para protestar contra los feminicidios y extendido por las redes sociales.

A este lado del charco, en España, 38 son las víctimas de violencia machista este 2016, una de ellas en Extremadura. Pero las agresiones contra el sexo femenino no sólo se definen por asesinatos. El pasado 3 de octubre miles de mujeres se echaron a las calles de Polonia para frenar la reforma de la ley del aborto que pretendía restringirlo aún más, sin acceso a él en caso de violación y con penas de cárcel para las mujeres que lo ejercieran. La marcha ha frenado las intenciones del Gobierno polaco, del mismo modo que el Ejecutivo español tuvo que recular cuando la opinión pública se mostró contraria a un endurecimiento de la normativa.

A las mujeres se nos educa en la cultura del miedo: cuando somos niñas, el temor a no ser lo suficientemente gráciles, mientras que los niños tienen vía libre de embrutecimiento. En la adolescencia, el miedo a un embarazo no deseado, como si para que tal evento ocurra no se necesitase también de un varón. El pavor a andar solas por las calles de noche, recomendándonos la protección de algún amigo, en lugar de darnos seguridad eliminando el peligro y enseñándonos a defendernos por nosotras mismas. Lo mismo que no debemos enseñar mucha carne, aunque pocos chicos descamisados se hayan sentido acosados nunca por una manada de hembras en celo.

A todo ello se suma ya de adultas otros miedos muy reales: la brecha salarial; los llamados «techos de cristal», que restringen el acceso femenino a cargos directivos; la responsabilidad de ser madres y combinarla cual malabaristas con una carrera profesional; el escrutinio moral por ser demasiado ambiciosas, marimandonas tal vez.

Pero algo está cambiando. En Argentina, en Polonia, aquí y en otras partes del globo. La primera potencia mundial podría estar pronto bajo la comandancia de una mujer. Quizá la revolución haya comenzado.