Posiblemente encaremos las elecciones generales que se desarrollan esta jornada, con gran parte de la incertidumbre que había hace 42 años ante las primeras de la nueva etapa democrática que tuvieron lugar en junio de 1977; en aquel entonces no se sabía qué iba a salir de la disolución del franquismo, si a uno de los conductores de la transición, Suárez, el electorado le iba a ajustar cuentas por su pasado, y si los promotores del cambio desde la resistencia clandestina, Partido Comunista y Partido Socialista Obrero Español principalmente, iban a recoger la gran cosecha que la historia parecía tener reservada para ellos.

España votó un cierto continuismo, seguir dejando en manos de los reformistas del régimen la responsabilidad del cambio de dictadura a democracia, recuperó la centralidad de la izquierda tradicionalmente representada por el PSOE, no fue generoso el electorado con el esfuerzo, lucha y cárcel pagados por el PCE, y también le dio un serio aviso a los nostálgicos del franquismo en la persona de Fraga y su federación de partidos de alianza popular, AP.

Un tablero político que se estabilizó a partir de 1982, con la inevitable depuración principal en dos grandes protagonistas, PSOE y una AP más centrada devenida luego en Partido Popular, y que ha estado más o menos inalterado durante 32 años, hasta 2014, en que el agotamiento del sistema, y el hartazgo por la crisis económica de 2008 cristalizado en el movimiento 15M de 2011, alumbró una nueva fuerza por la izquierda, Podemos, que parecía amenazar en cierto momento con sobrepasar al histórico socialismo democrático.

Las cosas volvieron a su cauce una vez superados los problemas internos en el PSOE, pero la locura independentista de buena parte de Cataluña, y de la mayor porción de su clase dirigente política, ha reventado la estabilidad de un segundo repertorio político, el cuatripartito protagonista en los comicios de diciembre de 2015 -PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos--, para dar paso al resurgimiento de la extrema derecha, aquella que como máximo consiguió en el inicio de la democracia un diputado con Blas Pilar y su Unión Nacional o Fuerza Nueva.

Al cierto disparate que es la pérdida de los nervios ante la agresión calculada de PdCat o Esquerra, en que cayeron PP y Ciudadanos, que puede dar intereses electorales a corto plazo pero no soluciona sino lo contrario complica el equilibrio del país, ha reaccionado con buen ojo la extrema derecha que ha visto en ese primer ensayo de éxito de la derecha, y el nuevo centro (en principio)-derecha(ahora) de Ciudadanos ha sido ejemplo, la vía por la que colarse en un sistema de partidos para gestionar y poner en evidencia esa irresponsable falta de acuerdo básico entre las grandes formaciones nacionales.

Es la incapacidad de esas formaciones para sostener un mínimo acuerdo en torno a los grandes problemas sobre la mesa, la que abona la eclosión de esta extrema derecha atípica del siglo XXI. Grandes problemas, aparte del de Cataluña, como pensiones (que no son solo de los abuelos, sino parte de la renta de los jóvenes parados o mal pagados), desempleo juvenil, desigualdad social, pacto de rentas entre trabajadores y empleadores, o un sistema fiscal con agujeros de enorme tamaño por los que se cuelan financieras, energéticas y tecnológicas sin pagar apenas impuestos, mientras ese mismo sistema tiene una malla finísima por la que no se cuela ningún autonómo, pyme o trabajador por cuenta ajena; un desajuste fiscal que lleva a veces a recortes injustos e impopulares.

Si la política no funciona como debe funcionar, y el único ejemplo contrario ha sido ese acuerdo PSOE-Unidas Podemos que se ha frustrado parcialmente en los Presupuestos del Estado 2019, ya vendrá, y así ha sido, ese populismo que tira de reproches ancestrales como denostar la «partitocracia», y tiene el arrojo, también la desfachatez casi delictiva, de afirmar que los actuales diputados en Cortes no son legítimos y ahora llegarán los que sí lo son.

El gran problema es que tras las frases cortas, las metas épicas, y las resonancias raciales y de misión histórica, o el utilizar un negro para que te alabe, se esconda la venganza, y han aparecido ya los primeros síntomas.