Quien mejor forma a sus ciudadanos, los hace más competitivos. Es la principal conclusión del estudio que ayer difundió el BBVA, que compara la competitividad entre las comunidades autónomas españolas, usando su fondo de datos --considerado por los especialistas como el de más prestigio entre las entidades privadas para el análisis de la economía regional de nuestro país--, y que establece el ránking entre las que son más o menos competitivas. Esta estimación sigue la estela de los cálculos de la OCDE --que agrupa a una treintena de países desarrollados y emergentes-- y que son un instrumento esencial para quienes deciden el lugar exacto donde hacer nuevas inversiones estratégicas.

La clasificación de las comunidades españolas más competitivas la encabeza Madrid, seguida del País Vasco, Navarra y Cataluña. Los criterios elegidos para establecer la clasificación han sido tener buenas infraestructuras, buena formación profesional, capacidad de innovación tecnológica y un entorno favorable para las empresas. En total, la línea divisoria entre las autonomías más o menos competitivas refleja, como es machaconamente concluyente en las últimas décadas de la historia de España, la diferencia entre el norte y el sur (Madrid, aparte), con el eje del Ebro y del Mediterráneo como impulsores del crecimiento.

El estudio pinta un panorama en relación con Extremadura con más claros que oscuros. Destaca que nuestra región se encuentra en el grupo cabecero en convergencia (es la cuarta de las 17 comunidades). Seguimos en los últimos lugares, pero estamos más cerca de los ricos. Un dato es significativo: en los años 50 Extremadura estaba a 140 puntos de distancia de Madrid en riqueza por habitante; ahora ha bajado hasta los 50 puntos y ha pasado a Andalucía, cuando hace medio siglo esta comunidad estaba 21 puntos por delante que la extremeña. En ese tiempo, esta región ha pasado de representar la mitad de la renta media española al 75%.

Los aspectos negativos que refleja el estudio del BBVA se concretan en dos: la dotación de infraestructuras sigue siendo de las más bajas de España, porque el esfuerzo hecho aquí en la etapa autonómica no ha logrado reducir distancias, toda vez que ese esfuerzo también lo han hecho las demás; y el empleo. Es la asignatura siempre pendiente. Y es el ´punto negro´ que refleja el análisis citado. El empleo ha crecido menos que la media nacional y también lo ha hecho la tasa de actividad. Datos que vienen a corroborar la necesidad de planes específicos y extraordinarios, con financiación estatal, para luchar contra el mayor problema que impide a Extremadura caminar por la senda de la convergencia a una velocidad de crucero que permita vislumbrar como factible alcanzar la renta media española.

Comparar autonomías por su grado de competitividad es un ejercicio saludable, porque denuncia las carencias de cada una, pero sin perder de vista que el problema de fondo sigue siendo la competitividad de la economía española en su conjunto.