Desde los inicios como maestro vengo realizando y favoreciendo lo que podemos denominar salidas pedagógicas o más comúnmente actividades extraescolares.

Existen muchos docentes y familias que tenemos el pleno convencimiento de que la escuela no está sólo en el recinto y que los alumnos aprenden muchas veces más fuera del aula que dentro. Los agentes educadores son varios y muy variopintos. Los tiempos cambian, los recursos cada vez son mayores, pero a veces no existe correlación entre la realidad y la tarea encomendada.

La tarea fundamental de los centros --escuela e institutos-- especialmente en la denominada enseñanza obligatoria es, junto con las familias, la educación de las generaciones jóvenes. Los alumnos tienen que aprender a pensar, aprender a aprender, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a convivir y para ello, nada más indicado que ejercitarse.

Si queremos que aprendan a convivir no pueden hacerlo sólo y exclusivamente dentro de las paredes de la escuela o del hogar familiar. Tienen, junto con los agentes educativos, llámese docentes, que salir a la calle, al entorno y vivirlo. Si queremos que aprendan a pensar tendrán que encontrarse con la duda, el porqué de las cosas. Si queremos transmitir valores hay que vivirlos.

Por ello, una de las muchas rutas realizadas con alumnos de la zona educativa de Gévora ha sido a Olivenza para desarrollar actividades relacionadas con la unidad didáctica: El cambio histórico. Del campo a la ciudad. Tú vida y la vida de tus abuelos . Durante doce años la hemos organizado desde el Colegio Público De Gabriel y en la actualidad con el instituto. El día veintiocho de noviembre viajamos, nuevamente, a Olivenza. En esta ocasión hemos participado cuatro docentes y cincuenta y siete alumnos de 1.º de ESO.

Por todo lo recibido quiero agradecer efusivamente y dejar constancia pública del buen hacer y la colaboración que año tras año nos prestan Servando, responsable de la Oficina de Turismo de Olivenza, con sus explicaciones en el recorrido por los monumentos más importantes; el personal del Museo Etnográfico González Santana con su saber estar; y los abuelos de la asociación de voluntarios del museo que nos acompañan en el recorrido por las salas impregnado de vida cada momento.

No me cabe la menor duda de que los alumnos además de aprender, disfrutan de lo lindo y conviven en otras circunstancias que difícilmente olvidan porque lo han vivido.

Emilio Durán Ruiz **

Badajoz