En los próximos días empezará la gran operación de extracción masiva del camalote del Guadiana, una tarea de limpieza inicial sobre una superficie colonizada por esa planta que equivale a casi 600 campos de fútbol y que moverá una cantidad descomunal de toneladas ya que esta plaga tiene un gran contenido de agua, un 80%, y exigirá unos transportes acuáticos y terrestres de gran magnitud. Las temperaturas siguen jugando en contra porque octubre ha empezado relativamente cálido después de un septiembre el más caluroso de las últimas décadas y que ha favorecido, tal como le gusta al jacinto de agua, el desarrollo de esta casi bella pero agresiva por sus consecuencias nueva especie potenciada en este nuestro río del Suroeste español por el cambio climático en progreso. Hay prisa. Catorce años sufriendo este mal, inicialmente sobre todo entre Medellín y Mérida, pero que hace seis saltó ya la barrera que se creía segura del embalse de Montijo (término municipal de Mérida), y corrió río abajo hasta llegar a Badajoz, superar azud, y dejarse ver por la cola del embalse de Alqueva.

Ha sido cuando el tramo urbano de Badajoz quedaba en gran parte oculto por esa fatal belleza acuática, y a las puertas de Portugal, del mayor embalse de Europa, cuando ya se ha puesto pie en pared, alentadas y presionadas también las administraciones por la campaña ingeniosa de lazos verdes en la capital pacense.

Hace unos días media docena de asociaciones y colectivos ecologistas y vecinales, entre ellas Salvemos el Guadiana, de Badajoz -SOS Guadiana lleva años como avanzadilla en la zona de las Vegas Altas del río- salían contentos de una reunión con el presidente de Confederación Hidrográfica aunque con cierta sospecha de que si por fin se va a iniciar una actuación acorde con esta emergencia medioambiental, es porque el camalote está a las puertas de las aguas internacionales con Portugal, y con riesgo de seguir su avance ya dentro de ese país hasta el gran pantano de Alqueva.

Buena sea la ocasión de un conflicto e irresponsabilidad para con los vecinos, para empezar a salvar un Guadiana que de no ser liberado de la planta invasora desaparecería tal y como lo conocemos en estos momentos, ya que en su tramo extremeño se ha dado la tormenta perfecta para que se altere el ecosistema subacuático vegetal y animal por dos grandes factores; cambio climático con elevación de temperaturas en el Suroeste peninsular, una de las zonas más amenazadas por el calentamiento, y abundancia de nutrientes procedentes de una agricultura extensiva de regadío.

La campaña para limpiar 175 kilómetros de cauce contaminado irá desde octubre a febrero, recogiendo material primero en verde, y luego en pardo cuando el jacinto de agua frene su crecimiento a la llegada de las bajas temperaturas allá por diciembre, y será importante para el éxito la presencia de las heladas. Además, y es novedad, al término de la época de riego se vaciará el embalse de Montijo para tareas de mantenimiento del mismo y se aprovechará para limpiar la zona, según el plan, que como bien que por mal viene, proporcionará jornales y actividad económica.

Se trabaja contrarreloj y mientras se ultima el gran operativo de extracción y limpieza masiva se licitan ya -este viernes salía en el BOE- las primeras tareas de vigilancia detallada y control para perseguir constantemente y en principio por dos años al camalote en sus últimos rincones de refugio de invierno, algo que hasta ahora desgraciadamente no se hacía según ha denunciado varias veces la profesora de Botánica en la UEx Trinidad Ruiz. Con motivo de esta gran tarea que durará años para al menos tenerlo reducido a sus mínimos, el camalote será la primera asignatura ambiental preventiva (no en catástrofes o emergencias como chapapote o incendios), a la que se enfrente la Unidad Militar de Emergencias (UME), todo un símbolo de implicación del Gobierno en un problema primero extremeño, luego nacional, y avistando el internacional, que incomprensiblemente el Ejecutivo de Mariano Rajoy no supo valorar.