Estamos asistiendo en estos días previos al inicio del curso a un debate sobre si se tiene que ir o no se tiene que ir a la escuela, los riesgos que corren los alumnos, las ratios por aula, las pruebas que se harán a los alumnos... Todo este debate, mientras nos lleve a ser constructivos, positivos y prudentes, está muy bien.

Ahora bien, me pregunto qué pasa con los profesores y el personal no docente que trabaja en las escuelas. ¿Cómo es que nadie habla de ellos? Los estudios dicen que hay unas edades en las cuales la transmisión del virus no afecta o bien no se tienen síntomas, que los jóvenes por general se recuperan muy rápidamente o han tenido síntomas leves, pero los que de verdad son personas de riesgo son los trabajadores de la escuela. Y sabemos que, si se contagian, las consecuencias pueden ser muy graves en algunos casos.

Entonces, ¿cómo es que nadie se preocupa de este colectivo? Los que trabajamos en una escuela sabemos muy bien las dificultades que nos encontraremos. Será difícil -aunque se pongan las medidas necesarias y se procuren cumplir- que no haya ningún contagio. No lo olvidemos, el profesorado de las escuelas estuvo trabajando hasta el agotamiento los últimos meses de curso, con unas condiciones que demandaron una reinvención de sus tareas.

Quizá ha llegado el momento en que se considere al profesorado como merece. Que estos profesionales sean visibles, que se reconozcan sus méritos, que sean tenidos en cuenta a la hora de prever los diferentes escenarios y que tengan un eco mucho más positivo en la sociedad de la tarea que hacen.