Las minivacaciones de Semana Santa son un test para comprobar cómo irá la temporada turística, tanto en lo que se refiere a la actividad del sector, que representa casi el 11% del PIB, como en el estado de ánimo de los consumidores. El hecho de que la inmensa mayoría de los turistas de estos días sean españoles permite sondear con más eficacia la evolución del consumo interno, que es peor que el de nuestros vecinos europeos, pero teniendo en cuenta que cuando esta celebración cae en marzo el condicionante meteorológico puede distorsionar las conclusiones. También es un test importante para Extremadura, donde la Semana Santa y la primavera son dos de las épocas del año que atraen a más turistas con celebraciones como la de Cáceres o Jerez de los Caballeros o el Cerezo en Flor en el valle del Jerte.

Un buen año de nieve, como este, aumenta las reservas en los destinos de esquí, aunque su capacidad no compite con el de playa, mucho más amplio, y que en marzo pierde atractivo; máxime cuando las previsiones hablan de inestabilidad y lluvias.

El sector anuncia que han caído las reservas hoteleras en relación al pasado año, si bien el hecho de que la mayor parte de los destinos de estas fechas sean de proximidad deja la puerta abierta a que la ocupación final aumente gracias a decisiones de última hora que no requieren planificación, sobre todo cuando todo el mundo sabe que los hoteles no están llenos. Además de las estaciones de esquí y las Canarias, donde la playa está garantizada, las ciudades con gran capacidad de atracción, como Madrid y Barcelona, también son una excepción. Los vuelos baratos, el tren de alta velocidad y la política de precios e incentivos que desarrollan los industriales del sector contribuyen a que algunos de estos destinos urbanos --casi inmunes a la climatología-- ganen en encanto.

Los datos de este año indican que en paralelo al acortamiento de las escapadas se ha registrado una muy clara recuperación de los viajes más costosos y de más duración --de siete a diez días-- con destinos internacionales con Roma a la cabeza, como no podía ser menos tras el relevo en la Santa Sede con el Papa Francisco. Ese fenómeno --detectado en internet y en agencias de viajes-- podría apuntar, aunque de forma incipiente, a que el pesimismo entre los consumidores ha tocado fondo. Puede que una parte de la población haya visto cómo sus empresas reducen negocio y efectivos hasta alcanzar una dimensión estable, lo que les permite mirar con más tranquilidad al futuro. ¡Ojalá!