Existe todavía hoy una norma no escrita para las mujeres con respecto al hecho de ser madres: aparentemente esa es la única manera de sentirnos completamente realizadas según ese tribunal social invisible cuya presencia todos sentimos.

Denunciaba la socióloga israelí Orna Donath, que causó conmoción hace un par de meses gracias a su libro ‘Madre arrepentidas’, que las mujeres que deciden no tener hijos son vistas como incompletas y egoístas. Es decir, que el ser madre sigue presentándose como un deber intrínseco, una función biológica con la que hemos nacido y a la que debemos honrar encantadas. Sin embargo, sorprende que ese mismo tribunal social que pone la lupa en la mujer presione tan poco a las autoridades para que fomenten la maternidad.

Una amiga acaba de invertir 4.000 euros para congelar sus óvulos y tratar de asegurarse la posibilidad de ser madre en unos años ya que, a pesar de sus evidentes problemas médicos, la Seguridad Social no se hace responsable mientras que no sea un caso oncológico, como si no existiesen otras tantas enfermedades peligrosas y altamente impeditivas. Un protocolo que he podido comprobar también personalmente. ¿El consejo médico recibido? «Ten hijos cuanto antes». Total, con la garantía de un prometedor mercado laboral y de un robusto Estado del bienestar que nos proteja en caso de necesidad es un paso fácil, nótese la ironía.

Es desolador comprobar cómo en un país cada vez más envejecido como el nuestro haya tanta desidia a la hora de crear incentivos directos para tener niños. Sería útil que, ahora que comienza la legislatura, el Gobierno al que tanto le ha gustado mirar a Alemania como modelo a seguir tomase también nota de las políticas germanas de fomento de la natalidad. Un amplio abanico de ayudas que incluyen por ejemplo el Kindergeld, un subsidio de unos 190 euros al mes por el primer hijo y que se va incrementando con los posteriores.

Los 1.400 euros que Extremadura aporta por el primer retoño suponen un paso pero se quedan bastante cortos, además van dirigidos exclusivamente a poblaciones de menos de 3.000 habitantes. Así que sería maravilloso si Rajoy ampliase su adaptación a medidas alemanas. También si el resto apoyásemos a la mujer y dejásemos los juicios de valor sólo para la propia autocrítica.