Por fin y para muchos llegó el ansiado día, y los españoles hemos vuelto a ejercer de nuevo uno de los pocos derechos que nos quedan votando o no haciéndolo, y el lunes en todos los informativos escuchamos lo de otras anteriores votaciones, es decir todas las formaciones políticas por medio de sus portavoces nos informaron de que han tenido unos resultados aceptables, buenos, e incluso excelentes y se olvidarán de nosotros hasta las próximas Generales en las que nos volverán a atosigar con sus mítines y campañas electorales; mientras tanto la resolución de los problemas importantes entrará en un punto muerto propiciado por las posibles coaliciones, uniones y fusiones de toda nuestra amplia gama de formaciones políticas.

Y mientras el ciudadano se pregunta ¿servirá mi voto para contribuir a normalizar o en su caso mejorar la actual situación por la que estamos atravesando?

En nuestro país con un más que considerable descontento e indiferencia hacia nuestros representantes políticos en particular, y hacia el sistema concebido en general, no estaría de más que se fuesen estudiando alternativas a un sistema de votaciones que desde hace varias décadas ha servido únicamente para consolidar una alternancia sistemática entre los dos grandes partidos, unos unas veces en el poder, y los otros en la oposición y viceversa lo que se conoce como bipartidismo.

Este bipartidismo ha contribuido a crear y desarrollar ciertos privilegios que mediante leyes se han ido consolidando y de los cuales han disfrutado, y si no cambia el sistema seguirán disfrutando los Gobiernos de ambas formaciones sin que el resto de los demás partidos puedan hacer nada, quedando relegados a las propinas y favores que puedan recibir de los primeros. Por todo ello y volviendo al sistema de votaciones, son estos dos partidos los menos interesados en modificar dicho sistema electoral.

Miguel Oter Cosín **

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