TLtas cuestiones que hacen referencia al mundo de la afectividad y de la sexualidad en personas con discapacidad intelectual son, sin duda, unas de las que más preocupación suelen generar todavía en el ámbito familiar y en los profesionales implicados. A pesar de los importantes cambios acontecidos en todos los órdenes en este grupo de población, sin embargo, para muchas familias y profesionales probablemente sea el hueso más duro de roer y, consiguientemente, de aceptar. De ahí que, con frecuencia, se trate de ignorar y de actuar como si no existiera. Pero eso es solo una ilusión ya que la realidad es más contumaz y los problemas acaban emergiendo por todos los lados. Además de la incuestionable importancia del impulso sexual, y de su poderosa motivación en todas las personas, en una sociedad donde el sexo está omnipresente a nuestro alrededor, es un error ignorar ese hecho y creer que eso no va con nuestros hijos porque ellos no tienen esas necesidades o en esto no son como los demás . Por ejemplo, el acceso fácil a la información pornográfica a través de internet o de los móviles es una realidad que debe ser controlada por la familia, ya que a la compañía telefónica como es obvio, solo le interesa el consumo.

Estaremos de acuerdo en que el tratamiento social dado a las necesidades sexuales y afectivas de las personas con discapacidad intelectual, a lo largo de la historia y en términos generales, de negación, cuando no de prohibición expresa. La explicación a este hecho, extraordinariamente injusto, es sumamente compleja. Hay numerosos factores históricos, culturales, sociales, educacionales- que están fuertemente implicados. En nuestra experiencia, destacaríamos algunos de los miedos, que existen en las relaciones entre padres y profesionales y los prejuicios y tabúes que la sociedad sigue manteniendo en torno a este tema, y que están actuando como freno en un proceso de cambio, de normalización, que se nos antoja interminable.

Desde nuestra perspectiva, es preciso profundizar en los temores, prejuicios, desconfianzas, si las hubiere y sentar las bases para una colaboración eficaz. Las familias y los profesionales están llamados a trabajar conjuntamente en pro de una atención más integral y de mayor calidad.

*Psicólogo y especialista en Sexología.