En estos tiempos de pandemia nos ha quedado claro que no hemos vencido al virus; hemos conocido que no existe comité de expertos que nos guíe en esta grave crisis sanitaria y económica; se nos miente en cada información por un experto que ha vendido su técnica a una ideología, y además lo hace alegremente, digo yo, por las risas que le provoca. En estos tiempos, también sufrimos una pérdida de nuestros derechos.

Algunas veces, la respuesta ante la defensa de esos derechos ha sido de soberbia, como ha sucedido con la huelga de los médicos. Ellos han sido la primera barrera contra el virus. Lo han recibido a portagayola sin la protección adecuada durante meses, pero ante los incumplimientos de la Junta han ido a la huelga, después de 25 años, para defender la calidad asistencial y la seguridad de los pacientes. Por ese paro han recibido del consejero de Sanidad una advertencia, una amenaza: «Tened cuidado que se puede pasar de héroe a villano en un segundo...»

Y como si ellos no lo supieran, les ha informado, con una palmadita de suficiencia, de que hay gente que está pasándolo muy mal, dando a entender que la grave situación de la sanidad era consecuencia directa de ejercer el derecho a defender su profesión. No esperen rectificación. No la habrá, como no la hubo cuando Vergeles aseguró en pleno confinamiento que los sanitarios se habían contagiado no por tratar a los infectados por la COVID-19, sino en viajes o visitas familiares.

O cuando anunció medidas disciplinarias contra los MIR, médicos en formación, cuando se manifestaron, después de que la Junta desoyera sus peticiones, para quejarse de que atendían a los pacientes sin la suficiente supervisión médica.

Lo hemos visto también con los agricultores cuando salieron a la calle a clamar por unos precios justos para sus productos, ante la situación de asfixia económica que sufren; a cambio, se llevaron palos. El asunto no quedó ahí, este mes les han llegado multas de la Delegación del Gobierno a ellos y a sus tractores. Es inevitable la comparación, se sanciona a los agricultores extremeños, pero dos meses antes miraron para otro lado ante la batalla campal que hubo en Barcelona cuando se conoció la sentencia de los líderes independentistas.

Otras veces los derechos se ven limitados por simple negligencia. Piensen en los trenes en los que intentamos viajar, porque no siempre lo conseguimos, o en lo lamentable que es montarse en ambulancias que arden, en las que llueve o en las que el usuario que está sentado al lado tiene COVID o en la tragedia que supone que nuestros jóvenes tengan que salir de Extremadura a buscar trabajo. Ante este panorama, no sé a ustedes, pero a mí se me acaban los calificativos.