Los telepredicadores quieren llevarlos a la picota. Está de moda desprestigiar a los sindicatos. La verdad es que su complacencia con Zapatero mientras arreciaba la crisis ha dado madera para esta y otras hogueras. Incluso la huelga general que montaron, por lo teatral, recordaba los trampantojos que Potemkin organizaba para Catalina la Grande intentando disimular la miseria que devoraba a Rusia. Pero la crisis tantas veces negada, como toda realidad preterida, acabó por cobrarse venganza. En el caso de los sindicatos en términos de credibilidad. En el del Gobierno Zapatero con el mayor castigo sufrido por el PSOE en las urnas. Dicho todo esto hay que recordar que los sindicatos existen, que su existencia y legitimidad está amparada por la Constitución y, lo más importante, que su tarea de mediación y negociación con los empresarios, sigue siendo imprescindible para el funcionamiento de una sociedad compleja como la española. O como las de los países de la Europa a la que pertenecemos. ¡Claro que hay ocasiones en las que adoptan posiciones intransigentes! ¡Claro que a veces montan conflictos artificiales y miran para otra parte cuando actúan los piquetes! Es verdad, pero también lo es que sin los sindicatos los trabajadores estarían indefensos ante empresarios desaprensivos o normas laborales darwinistas.

Ahora que han fracasado las negociaciones con la CEOE sobre reforma laboral y todo son reproches entre las partes, es momento de serenarse. Que el Gobierno (agónico) mande al BOE la nueva normativa y que, puesto que padecemos una crisis económica de ciclo largo, nos pongamos todos manos a la obra para recomponer la situación. Los sindicatos --y la patronal--, son contrapesos; elementos de contrapoder. En una sociedad compleja como la nuestra, son necesarios. Tienen que modernizarse, adelgazar burocracia y financiarse solo por las cuotas de los afiliados, pero ¡ojo! cuidado con tirar del tapón de la bañera porque se puede ir el niño por el sumidero. Si así fuera, volveríamos al XIX. Volveríamos a Manchester y habría que volver a inventarlos.