Mi amigo Diego mantiene la teoría de que las mujeres, llegadas a cierta edad, no pueden estar solas. Necesitan un hombre a su lado. Y viceversa, pienso yo, cuando asisto a esas reuniones de amigos, donde me topo con maridos que serían poco sin sus mujeres. Al menos en lo que a organización de vida se refiere. Es curioso analizar a veces a las parejas y matrimonios y comprobar el equilibrio que se produce cuando hombre y mujer se compenetran hasta el punto de saber repartirse las tareas familiares como si de una empresa se tratara. Aún así, sigo pensando que no existe matrimonio perfecto. Cuantos más veo, mayor desconfianza me provocan, posiblemente porque siempre he pensado que la mejor manera de avanzar en nuestras relaciones es luchar contra la imperfección constante que supone crecer. Por eso el otro día, hablando de esto mismo en una animada conversación, reparamos en que las vidas de algunos amigos habían cambiado cuando tuvieron nueva pareja. Al menos así nos pareció porque, desde entonces, ellos eran más ordenados y habían logrado que, por fin, sus horarios fueran decentes y llevaran la camisa planchada al trabajo. Ellas tenían la culpa de que así fuera porque habían conseguido lo más difícil, que pusieran una mujer en su vida. Tan importante como que ellas no puedan estar solas cumplida una edad. No existirá nunca una teoría cierta en este sentido, simplemente la certeza de que nuestras soledades deben ser compartidas, da igual de donde venga y qué sexo tenga nuestra pareja. Es la solución para intentar ser más felices, aunque a veces pensemos que es mejor estar solos. Les juro que mis amigos ya no piensan igual desde que tienen a alguien a su lado. ¿Y usted? ¿Qué haría sin un hombre o una mujer en su vida?