Hace un par de días este país vivió una de las grandes tragedias de accidente ferroviario en la querida tierra gallega. Se produjo una gran conmoción en gran parte de la ciudadanía, un dolor, que sirvió, una vez más, para dar a conocer el espíritu solidario de esta nación. El duelo que viven y vivirán sus familiares se transformará en un profundo dolor y sentimiento de tristeza; pero, al mismo tiempo, debe ser la fortaleza de la solidaridad la que ofrezca cierto consuelo a los que han sufrido en primera persona esta tragedia.

Decía Max Scheler , que el hombre es un callejón sin salida de la naturaleza, y es también una salida. Los afectados directamente por este accidente, sucumbidos por la virulencia de la muerte se verán, quizás, abocados a encontrarse en un escenario de difícil salida, por eso debe ser ese resto de la sociedad, más entera, la que sea capaz de ofrecer ese apoyo necesario para traspasar la barrera del dolor, y sobreponerse, de alguna manera, a tan tamaño acontecimiento luctuoso.

He leído y oído en distintos medios de comunicación casos sobrecogedores de distintas familias, --el destino de la crueldad--, y toca ahora averiguar y apaciguar esa necesidad de saber y de conocer. Y hacerlo desde todos los resortes institucionales, capaces de responder adecuadamente ante tan atroz suceso. Y hay que hacerlo bien, sin impacientarse, siendo certeros en las líneas de investigación que se consideren, manteniendo en todo momento, desde todos los sectores de la sociedad española, la mayor de las solidaridades.

Este tipo de accidentes nos descubre la tragedia de la vida, y sitúa a sus protagonistas en sufridores macabros de la misma, padeciendo esta historia negra, por encima de todo. Un descarrilamiento que ha dado al traste con los aires de fiestas de todos aquellos que, en su mayoría, se predisponían a celebrar la festividad de Santiago de Compostela. Acontecimientos como este convierten en inhumana la existencia; aunque sea de forma momentánea, nos hace reflexionar y pararnos en torno a la oportunidad de la existencia. Algunas imágenes nos han descubierto algunos cuerpos como testimonios de la crueldad de lo ocurrido.

XAHORAx ¿qué toca? toca trabajar para esclarecer todos los hechos, proteger y salvaguardar a las víctimas y a sus familiares. No quedar resquicio alguno en dar respuestas y ofrecer todo tipo de asesoramiento a los que han sufrido en primera persona esta tragedia. Y, sobre todo, ser solidarios y ofrecer todos aquellos gestos y palabras capaces de humanizar a una sociedad que a veces da la impresión de estar hecha a girones por determinados niveles de enfrentamientos entre unos y otros, sin olvidar que todos pisamos el mismo terreno y hemos de convivir diariamente.

La deuda que el porvenir ha contraído con las familias que han sufrido las consecuencias de este accidente ferroviario debe convertirse en un sentimiento de justicia respecto a la realidad trágica que se ha manifestado, para que, de alguna manera, vayan perdiendo temor a lo vivido y sufrido. Se trata de ayudarles a enfrentarse a esa realidad que les ha tocado porque sí; y el resto de la sociedad tenemos la obligación de librar esa batalla y ganarla.

Es lo que una sociedad, como la española, debe hacer, si quiere fortalecer ese concepto de sociedad justa y democrática. Porque a todo momento de duelo le debe corresponder otro momento de desafección de ese duelo. Y ahí, deben entrar ya en acción todos los mecanismos del Estado de Derecho para ofrecer la máxima colaboración, a todos los niveles, a aquellos que han resultado damnificados por este accidente, que ha tenido lugar en Galicia.

Pasado los días tenemos que como sociedad ser capaces de ofrecer aquella humanidad que como personas llevamos dentro; y, al mismo tiempo, toda nuestra capacidad para como profesionales asistir a los derechos, que como tal, les debe corresponder a los que han sido y son víctimas propiciatorias de una tragedia que ha hecho sucumbir, de alguna manera, a muchos ciudadanos de este país, mostrando la mayor y mejor de las solidaridades colectivas.