Dijo Calderón que la vida es sueño. Todos soñamos, en la almohada, o con los ojos abiertos: Sueñan los altos ejecutivos y escritores, artistas, científicos y empresarios. Los que preparan oposiciones o ponen negocios dudosos. Y, otrora, soñaron los cruzados la reconquista de sus iconos cristianos, los descubridores, nuevas tierras y los grandes navegantes, mares ignotos. Y soñaron teorías marxistas, unos, y otros pérfidos sistemas. Los papas soñaron sus encíclicas para la transcendencia, los tiranos, órdenes alienantes sobre multitudes sin horizonte y los excluidos sociales, un lugar al sol. Soñaron los gobiernos de la II República española sus "días de llamas" y sus "días de humo". Y soñó el franquismo, un día, 1º de abril de 1939, con las banderas del triunfo, desplegadas. Y soñaron los hombres de la Transición, su aurora solidaria, arrumbados los rencores, más allá de tics ideológicos. Y los corruptos, sus robos al erario público.

En la hora actual, sueñan los líderes políticos tomar rumbos de cambio, o seguir la política de los últimos años, mientras temerán caer en la "fábula del desencanto", que tanto daño harán si continúan anclados en los viejos rencores y agrios desdenes de otras épocas. Y sueña el Estado Islámico la destrucción de nuestra forma de vida, blandiendo su letal teología yihadista, para laminar los valores occidentales. Tras el gran sueño, está el trivial, el que, como dice García Lorca , "va sobre el tiempo/flotando como un velero..." y en el que "nadie, puede abrir semillas en el corazón del tiempo". Es intransferible de cada uno, mas no ha de faltar, pues, al movernos por sentimientos y por ese empuje "poético involuntario" kantiano, también se vive de ellos; y, aunque luego se queden en agua de borrajas, lo cierto es que, si no, quedaría varada la barca de las ilusiones. Ahora bien, a tales sueños hemos de unir el empuje de la acción, con los pies en el suelo, no sea que caigamos en la situación vacía de toda esperanza y en un desierto de oscuras sombras.

Un sueño que estará vivo, pues en esta sociedad se sufre mucho sin trabajo, con demasiados pobres en las aceras de las ciudades, soñando que alguien los levante de ellas, y con los que son arrancados de sus hogares, huyendo de la muerte. Y los que purgan su fracaso, sin tener un gesto humano que viene a ser la gasolina para seguir viviendo. En conclusión, soñemos siempre. Pero despiertos. "Yo he vivido porque he soñado mucho" decía Amado Nervo".