TAt muy pocos kilómetros de Badajoz, donde el Guadiana lucirá en unos meses un entorno envidiable y apreciable por los pacenses, el cuarto río más largo de la Península Ibérica transcurre en un estado lamentable. La destrucción de sus orillas, y de su zona de influencia como consecuencia de un mal uso del río, ha provocado que el agua del décimo río más caudaloso de España y Portugal discurra aislada y temerosa de las amenazas que se ciernen a su alrededor.

La ocupación de terrenos del cauce para usos agrícolas o ganaderos, la deforestación, los vertidos de aguas residuales o la extracción ilegal de aguas, así como la utilización de sus márgenes como escombreras y la explotación irresponsable de graveras, ha desencadenado estampas desoladoras en un espacio que hace treinta años nuestros padres y abuelos disfrutaban en todo su esplendor y sin peligro alguno.

Hoy aquellos días de baños, pesca y descanso en torno a un Guadiana saludable y ecológico son una tarea difícil además de arriesgada. Un ejemplo del deterioro sufrido por el río Guadiana podemos observarlo a cinco kilómetros de su llegada a Badajoz, donde hace cuatro años se instalaron una serie de plataformas para los pescadores ubicadas entonces a orillas del cauce.

Hoy el agua se encuentra a más de cincuenta metros de estas plataformas. Las piedras han rellenado un espacio destinado al curso natural del Guadiana que se ha visto desplazado por actividades irresponsables de empresas y controles relajados de administraciones y organismos competentes en esta materia.

Es indignante no poder caminar tranquilamente por la orilla de un río que goza de una fauna y flora ricas en especies protegidas. Numerosas zonas están incluidas en zonas Zepa. Duelen los ojos al contemplar el enriquecimiento de unos pocos a costa del medioambiente de todos los extremeños. Ya en el año 2006, la organización ecologista Greenpeace advertía en un informe llamado 'Dale vida al río' de los daños, negligencias y dejación de funciones que se vienen ejerciendo desde hace muchos años. En aquel año sólo el 2,7% de las aguas superficiales del Guadiana español cumplían los objetivos fijados por Europa.

En Extremadura presumimos de ser la mayor reserva de agua dulce y de atesorar lugares con encanto en los que el baño en sus aguas es un importante generador de riqueza y atracción turística. Gargantas y embalses son por lo general nuestra mejor tarjeta de visita, pero ha llegado el momento de trabajar por el cuidado de nuestros ríos y arroyos para mejorar la calidad de las aguas y cumplir con los objetivos fijados por la Directiva Marco del Agua. Una legislación que intenta reducir y prevenir la contaminación, proteger el medio acuático y fomentar su uso sostenible.

Por ello los ciudadanos extremeños debemos exigir a la Junta, a los Ayuntamientos y a Confederación Hidrográfica del Guadiana que dediquen esfuerzo y atención en la supervisión de las actividades mineras cercanas a los ríos para que una vez realizadas sus tareas devuelvan a su estado original el espacio excavado, en la regeneración del bosque de ribera, en el abuso de trasvases privados ilegales, en la depuración de aguas residuales y en el control de vertidos. Todo será en beneficio de nuestro río, de nosotros y del agua que bebemos y disfrutamos.