Catedrático de la Uex

Una brisa de alivio ha venido a soplar entre nosotros. Tras varios meses de incertidumbre, tras muchas semanas de sobresaltos informativos, una vez transcurridos tantísimos interminables días en los que de manera machacona se pretendía poner en entredicho la ortodoxia y el buen quehacer del gobierno, las cosas vuelven a estar en su sitio. La brisa vuelve a refrescarnos con sus suaves caricias. Primero fueron las elecciones del 25 de mayo, con unos resultados bien expresivos. A continuación, la bomba informativa desatada en la Asamblea de Madrid. Los radicales de la izquierda, los de siempre, haciendo de las suyas y abochornando a una mayoría silenciosa, a la que con una mano se la quiere embaucar con proclamas pacifistas, mientras que con la otra se la engaña, pues se pone con la palma extendida, mirando hacia arriba, a la espera del aterrizaje en ella de los planos de una u otra urbanización.

Entre brisa y brisa, las cosas de la vida, felizmente, siguen poniendo sorpresas a nuestro alrededor. ¿Quién nos iba a decir, hace unos meses, que el verano se iba a iniciar con unas perspectivas tan resplandecientes? ¿Quién se iba a imaginar los sucesos de los últimos días? Pensar que hubo momentos en los que los sobresaltos, las dudas, los picores, incluso los escalofríos, se metieron en la piel, produce ahora una sonrisa, entre maliciosa y condescendiente. Pensar que se quería desprestigiar a cualquier precio, bajo el paraguas de la consigna del todo vale. Pensar que la primavera feliz nos la quisieron trastocar con una primavera inventada, convertida en polvo del desierto y pintada con el negro de sucias mareas mentales. ¿Quién piensa en ello ahora, cuando la realidad ha vuelto a poner las cosas en sus sitio? Menos mal que la verdad prevalece. Faltaría más. Aquí solo existen unos que saben estar en su sitio a las duras y a las maduras. Aquí solo hay una forma de conjugar las cosas, para que los ciudadanos puedan desarrollar su existencia con plenas garantías de lo público. ¿Acaso existen otros que tengan un solo modelo en sus filas? Muy al contrario, tales otros tienen un modelo para cada pueblo, una oferta para cada ciudad, una forma de Estado para cada autonomía, y una visión del mundo para cada continente. Y así no se va a ningún sitio.

A pesar de todo, bien a pesar de la ironía que impregnan las frases anteriores, el drama de la izquierda está precisamente en su propia esencia como pensamiento social. Sólo cuando se pretende, como principio motor, cambiar las cosas, se producen mayores dificultades para conseguirlo. Es la antítesis de la doctrina única, es la cara opuesta del pensamiento uniformador. Este se asocia de manera natural con los análisis del mercado, se casa en matrimonio bien avenido con las directrices del mando-control. Muy al contrario, en el bullir de las ideas y en la mayor implicación de los principios, como fundamento de la acción pública, se encierra el drama de una ideología, mucho más auténtica, pero mucho más débil.

Las contradicciones están servidas. Mientras las derechas desaparecen, escondidas en un solo partido con las miras eternamente puestas en el centro sociológico, el drama de la izquierda, bendito drama, aparece desnudo ante la opinión pública, en forma de dos presuntos diputados medrando en el interior de una organización política, quizá poco férrea, a lo mejor un tanto inocente, pero, sin lugar a duda, tan generalizadamente limpia, que se notan, y muy mucho, dos torpedos consciente, inteligente o mezquinamente manipulados.

Tiempo al tiempo. Y mientras tanto, tranquilidad.