Escribo en el día mundial sin tabaco. Quienes me lean en La Crónica de Badajoz, ya saben que estoy andando el camino para conseguir vivir sin estar pendiente del paquete y del mechero, pero no lo estoy haciendo sola, ni a las bravas. Admiro la firmeza de las personas que consiguen desengancharse así, pero yo no puedo, necesitaba ayuda y me la dieron en la Unidad de Desintoxicación Tabáquica del hospital Infanta Cristina. Apoyo moral, unas pastillas y, claro, tu decisión de dejarlo. Ya he pasado de contar los días sin fumar a contar las semanas. Estoy en la octava. Me encuentro bien y orgullosa. Hago ejercicio y la pastilla, al quitarme la ansiedad, impide que coma y picotee entre horas.

Les cuento esto por si alguno está pensando en dejar el tabaco, si lo ha intentado solo y no ha podido, o quiere orientar a algún familiar o amigo. En Badajoz y en Cáceres, la sanidad pública cuenta con una unidad en neumología dónde te controlan y te ayudan, y también en algunos centros de drogodependencias. Hasta ahí llega el sistema. Consultas, controles y apoyo gratuito, pero el tratamiento lo paga íntegramente el fumador, y esto es así porque no nos considera pacientes, es decir, enfermos en potencia en busca de la curación antes de convertirnos en enfermos oncológicos reales.

Este medicamento debería estar financiado por la seguridad social, para incentivar a cuantos mas mejor. Estamos hablando de prevención de enfermedades graves, y muy costosas. Las pastillas son caras, pero mucho, muchísimo más caro le sale a la sanidad pública el tratamiento de un cáncer o de una enfermedad pulmonar grave. Y no lo digo yo, los estudios están realizados y las cuentas echadas. ¿Por qué entonces? ¿Por una cuestión política de ahorro a corto plazo? Se equivocan. La pastilla no lo es todo, pero es mucho, para mí lo está siendo.