Ayer salían las nuevas conclusiones del informe Talis. Con tantos informes, evaluaciones y siglas, uno ya no sabe ni quién investiga, ni quién dice ni a qué se refiere. Talis, en referencia a sus siglas en inglés, Teaching and Learning International Survey, significa Estudio Internacional de la Enseñanza y el Aprendizaje, dependiente de la OCDE.

El estudio es el resultado de un cuestionario dirigido al profesorado y a las direcciones de los centros educativos en relación con condiciones laborales, formación, experiencia, trabajo, clima escolar, satisfacción con la profesión, evaluación o gestión de la disciplina.

Además de todo eso, Talis, este año, ofrece cifras realmente preocupantes sobre la avanzada edad de nuestro profesorado y, sobre todo, la queja generalizada de la formación, inicial y permanente de los profesores así como las ratios.

Respecto a la edad, en España, los docentes tenemos, de media, 46 años, siendo el promedio de la OCDE de 44 años, pero lo peor es que el 36% superan los 50, lo que significa que habrá que renovar si no en breve, a medio plazo, casi un 38% de la plantilla actual. Ahora más que nunca se hace indispensable la renovación pedagógica, por lo que insisto que una solución pasaría por la jubilación docente voluntaria con derecho a una segunda actividad, en las condiciones que se determinase.

Contrariamente a lo que creen muchos sectores de la sociedad, mientras los profesores del resto de países se quejan del salario en un 64%, las tres principales quejas de los españoles son la reducir el número de alumnos de las clases con un porcentaje del 85% que no es baladí, y en segundo lugar ofrecer formación continua de alta calidad, en un 65%, seguido muy de cerca del apoyo a los estudiantes con problemas de aprendizaje así como atención a la diversidad.

En definitiva, Talis, además de verificar la profesionalidad de nuestro profesorado que prefiere una atención más directa con menos alumnos, una formación de calidad y la atención al alumnado con necesidades, antes que el salario, evidencia la necesidad de la profesión docente, estableciendo una ley de la propia profesión docente y, por otro lado, con un Estatuto de la Función Pública propio que recoja y desarrolle nuestra carrera profesional, desde el ingreso hasta la jubilación.