THtoy se celebra el Día Mundial del Teatro. Desde 1961, algún actor o actriz leerá antes de cada espectáculo el manifiesto que este año ha escrito la dramaturga egipcia Fathia El Assal, presidenta de la Asociación de Mujeres Escritoras Egipcias y presidenta de la Unión Progresista de Mujeres.

En su escrito nos habla de su compromiso con la pluma para hablar de las mujeres, acercarse a ellas, ser su portavoz y no expresar nunca la menor debilidad o cobardía en la lucha por sus derechos. Todo ello unido a la frase central de su manifiesto: "El teatro es la luz que ilumina el camino de la humanidad. Una luz que asegura una unión orgánica con el espectador, creando calor entre nosotros, los que nos enfrentamos con el texto escrito o la interpretación".

Parece que ha pasado un siglo pero han sido doce meses, doce meses desde que las gentes del teatro y del cine, unidas a una mayoría de ciudadanos y ciudadanas, interpretaron el papel más importante de sus carreras, el de portavoces de un grito: "¡No a la guerra!". Entonces algunos clamaron contra ellos, intentaron su descalificación enfrentándolos con otra terrible realidad, la del terrorismo que ellos sabían que estaba implícita en esa guerra injustificada.

Hoy todo ha cambiado. Por desgracia para nosotros el binomio guerra-terrorismo se ha cobrado muchas víctimas. Los ciudadanos han respondido a quienes consideraban el grito como una frivolidad de las gentes de la escena, con una respuesta rotunda en las calles y en las urnas.

Hoy el manifiesto de Fathia tiene más sentido que nunca porque conocemos ese calor, esa corriente que une desde el principio de los siglos a los actores y actrices con su público.

*Dramaturgo