Ya has escrito varios artículos sobre la tecnología y su amenaza para el ser humano. Sobre todo en el mundo laboral. Recuerdas aquel día que, por casualidad, encontraste bajo un banco en el que te sentaste un sobre con una carta de un hombre dirigida a una máquina que le había sustituido en su trabajo. Te preguntas qué habrá sido del autor de aquella extraña misiva. Quizá ya haya agotado su periodo de cobro de paro.

La amenaza de Internet, de la que los bancos se están sirviendo para que sus clientes se gestionen sus cuentas y no pisen las oficinas; de ahí que la banca prescinda de un considerable número de trabajadores y cierre tantas sucursales. El correo electrónico, que ha reducido considerablemente la comunicación por carta con sello, y con ello ha provocado que los carteros sean prescindibles. Las cámaras de fotos digitales, culpables de que las fábricas de papel fotográfico y carretes de negativos se hayan dejado de fabricar, lo que ha supuesto la pérdida de empleo de muchas personas. Las sofisticadas máquinas que sustituyen a decenas de trabajadores en las cadenas de montaje de automóviles. Ya se habla del coche sin conductor, lo que conllevará que se queden sin empleo los taxistas y los conductores de autobuses.

Toda proeza humana es aplaudible, por eso hay que congratularse del avance tecnológico. Pero debemos saber diferenciar entre tecnología beneficiosa y tecnología perjudicial.

La lavadora, el lavavajilla, la secadora de ropa, el robot aspiradora, todos esos electrodomésticos caseros que ayudan a la persona en sus labores domésticas, son dignas de la atención tecnológica para que presten mejor sus servicios. Los dispositivos y elementos que hacen que un automóvil sea más seguro. Las máquinas sanitarias que analizan el contenido de la sangre, que aplican diálisis, que ayudan a los cirujanos en las operaciones o a los investigadores de fármacos que curan enfermedades, son las verdaderas proezas de la inteligencia humana.

Sin embargo, solemos recibir de buen grado cada nuevo invento o aplicación tecnológica, sin pararnos a pensar detenidamente el caro precio que tendremos que pagar en algunos casos.

*Pintor.