Seguramente el haber llamado a un teléfono de atención al cliente, ya sea en cuestión de incidencias con su móvil, gestiones en sus seguros, en la Administración o en otro ámbito, es una práctica habitual en cualquier ciudadano. Pues bien, los ciudadanos llaman a esos números para que les solucionen sus problemas y les informen, pero en realidad es una peripecia que puede durar una hora o más (menos mal que suelen ser llamadas gratuitas). Llamas y sale un contestador y te informa que si quieres solicitar una cuestión marques el 1, si quieres hacer otra 2, así sucesivamente (parece el baile del chikilicuatre). Marcas el número que te corresponde y se escucha una musiquita y te dicen que los operadores están ocupados y que se mantenga en espera. Después de 15 o 20 minutos sale un operador y le comentas tu incidencia. Ese operador te remite con el departamento correspondiente (¿pero no había ya marcado un número que me remitía directamente al departamento en cuestión?). Vuelve a sonar la musiquita de antes, hasta que después de 15 minutos se pone al habla otro operador. Le vuelves a contar la historia a ese nuevo operador y te dice que te mantengas en espera un momento que va comprobar unos datos (suelen ser otros 10 o 15 minutos). Posteriormente te vuelve a decir que te pasa con otro departamento. Vuelve a sonar la dichosa musiquita y otros 10 o 15 minutos en espera. Se pone al habla otro operador y ya muy cabreado le vuelves a contar otra vez la historia. Vuelve a comprobar los datos durante 10 o 15 minutos hasta que llega un momento en que se corta la llamada sin saber por qué y ya el cabreo es mayúsculo.

¿Les suena todo esto? Pues bien, ¿no se podría hacer algo por parte de la Administración para que estos abusos no se repitan constantemente? Y no me digan que llame a algún teléfono de atención a los consumidores porque volveríamos a empezar la peripecia de nuevo.

Ricardo Sánchez Galindo **

Cáceres