THtablaba hace unos días con un colega sobre lo fácil que es para cualquier terrorista atentar contra una ciudad occidental; lo asequible que es para cualquier seguidor del ISIS llegar hasta una ciudad de un país occidental y llevar a cabo los desequilibrados mandatos de unos líderes que, devotos de una ley islámica que en su día a día no es más que una consecución de palabras a las que remitirse para descargar su odio contra occidente, sólo anhelan acabar con la libertad.

Comentábamos lo fácil que es para un radical secuestrar por la calle a cualquiera, llevarle a quién sabe dónde, y emular los videos de la factoría audiovisual de los terroristas de Siria e Irak: ejecuciones sin remordimientos; matanzas indiscriminadas contra París, Bruselas o Madrid, o contra sus propios hermanos de Irak, Turquía, Túnez o Líbano.

Hace unos días, los terroristas colgaban en Internet un video con diferentes formas de asesinatos, de una dureza sin igual, y con una calidad de imagen que sorprende a cualquiera; y es que en esa calidad es donde los terroristas cambiaron y diferenciaron su estrategia con respecto a otros grupos como Al-Qaeda: si las imágenes se verán en occidente tendrán que competir en calidad con las que los cines y televisiones emiten día a día; en brutalidad, dolor y actos inhumanos nos superaron desde el principio. También ha cambiado el soporte, de enviar antiguas cintas a televisiones eminentemente árabes han pasado a volcar todo su contenido en internet, una plataforma que, además de gratuita, les permite que su mensaje llegue nítido a occidente; y con ello, que su calendario de del odio continúe inalterable.

Y nosotros, aunque nos indignamos cuando leemos sus avances o estrategias, y nos estremecemos cuando vemos sus atroces crímenes, seguimos poniendo en marcha un occidencentrismo sonrojante, donde los accidentes que cometen en países islámicos nunca son tratados como lo son los que suceden en suelo europeo. Seguimos sin querer enteraros de que lo que pase en Turquía o en Irak nos repercute tanto como que unos locos, desvirtuando una religión que propugna sobre todo la paz, se hayan propuesto que los europeos vivamos en un continuo estado de alarma e intranquilidad.