La ventolera infernal destrozó una tinaja antigua y frágil donde florecía un geranio pimpante en este enero en que, como en marzo, ni se hielan las flores ni emigran las cigüeñas. Nos dio una pena razonable pues es magnífica en su sencillez, pero sabemos de su condición de cosa material con el valor que estas tienen. Poco. Se partió por varios sitios y casi la tiramos. Luego -nada perdemos por intentarlo, porque ya está rotísima- compramos un pegamento de esos de fuerza industrial que, como te pegues el pulgar con el índice, olvídate de su función prensible, y la hemos reconstruido.

Es verdad que ha quedado un hueco que no sabemos si estaba ya o se ha perdido al recoger los trozos, pero en la esquina del patio resiste la tinaja antigua, ocultando contra la pared su herida, reparada con esperanza y escepticismo a partes iguales y mostrando las huellas de una existencia azarosa que ha superado intemperies y albergado infinidad de flores. Ahí está, preciosa con sus graves lesiones, su valor sentimental y su sabor de antigüedad.

Es verdad que una tinaja es una cosa y las relaciones humanas y los afectos no. Y lo mismo que un objeto material vale lo que vale, en realidad poco, sus heridas son, sin embargo, más fáciles de reparar que las que producen el odio y las humillaciones. Mas, como una prefiere en estos momentos de incertidumbre ver -lo dijo Churchill- una oportunidad en una calamidad, prefiere creer que hay una salida para el semillero de odio, heridas, incomprensión y agujeros irreparables en que se ha convertido la calamidad catalana.

Lo que duda es que la reparación sea efectiva cuando el reparador se esfuerza por pragmatismo o por simple afán de mantenerse y utiliza un pegamento paradójicamente corrosivo que incluye alardes innecesarios, como el cabezazo de Redondo, o arranca fragmentos de otras tinajas igual de valiosas para tapar el hueco de la rota.

Mientras, la propia tinaja escupe el adhesivo y esgrime, como único deseo, la fractura total, despreciando la cura trabajosa que le permitiría mostrar incluso con orgullo las cicatrices.

*Profesora