TLte preguntaron a Hanna Arendt , acerca de su definición de la política y ella respondió, que la política trata, sobre el hecho del estar juntos de los diversos . De lo que, según Arendt, nace de una pluralidad. Y a continuación asevera que: lo político no se deriva de la esencia del hombre, sino que nace entre los hombres, surge de la relación misma . La reflexión sobre la política de esta pensadora excepcional del siglo pasado, puede ser muy acertada en el contexto en el que se encuentra actualmente nuestro país. Después de un reciente proceso electoral, continuidad de uno anterior, en el que los ciudadanos hemos vuelto a definirnos, ante la imposibilidad de acordar de los grupos políticos, al albur de nuestra democracia representativa. Por lo que ahora, y dado lo trascurrido en estos meses, una vez, que los ciudadanos han vuelto a hablar con su voto, toca asumir el resultado como parte sustancial del juego democrático, y hacerlo, obviando los silogismos de unas encuestas que por errónea, no debieran condicionar la gobernabilidad de nuestro país.

Si hartazgo ha producido todos estos meses electorales y pos electorales, no cabe mayor irresponsabilidad si la clase política no afronta el esfuerzo del bien común, bajo el honrado oficio de la política, como lo definió en su tiempo Winston Churchill , cuando afirmó que el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones . Quizás, ahora, especialmente, y en el concierto de una grave crisis estas palabras juegan su verdadero significado. Por tanto, si en campaña y en pos elecciones del 20-D hubo excesivo protagonismo de los egos de nuestros dirigentes, bajo la no siempre fortaleza de las formaciones políticas, como resortes de la democracia interna de los partidos políticos.

XAHORA TOCA,x sentarse, dialogar, y convencerse los unos a los otros de la necesidad de arrimar el hombro para un futuro en común, y hacerlo, bajo la atenta mirada de muchos ciudadanos que están sufriendo gravemente la crisis, que les ha desmarcado de su rol social. Más que nunca las actitudes van a ser más importantes que las aptitudes. No puede haber marcha atrás, no se puede volver a dar el espectáculo decimonónico de personas y personajillos, interpretando nuestra historia bajo el egoísmo de sus realidades personales. Y ahí, debieran estar las formaciones políticas, con sus militantes y su democracia interna para que funcione, y promuevan que estos dirigentes no sean tan intransigente para no dialogar, tanto como su escasa capacidad de reconocer sus propios fracasos. Ya no se trata de encuestas, los ciudadanos hemos hablado y se han decantado.

Toca conformar una propuesta de gobierno, que beneficie a la inmensa mayoría. Toca obviar frentismo alguno, por no ser causa histórica tan pasada como lejana en el tiempo. Toca despachar los prejuicios como elementos distorsionadores de la realidad, que no es otra, que la de constituir un gobierno fuerte y digno de lo que los ciudadanos hemos demandado con nuestro voto. Porque algunas entendemos la política, como la instancia del bien común, capaz de luchar contra los prejuicios como elementos de división de una sociedad plural, como es el caso de la española.

Decía María Zambrano que vivimos en la superficie, arrastrados por los cambios de imágenes e ideas y por el culto a la velocidad . Y lo ocurrido con el shock de las encuestas ha hecho que muchos dirigentes toquen ensimismados sus áureas políticas. Y ahora se encuentren en la indefinición de qué hacer, frente a la decisión de los votantes. Debieran ser firmes, contundentes, enérgicos en sus exigencias, pero tan cristalinos como determinados en constituir un gobierno estable y necesario para nuestro país. Es hora de obviar los tics de la campaña electoral, y negociar, sentados en una mesa cuál es el futuro de nuestro país, inmerso en la crisis económica y de valores en las que nos encontramos. Con un contexto internacional nada fácil, y que se fragiliza a medida que los populismos campean bajo la demagogia de un futuro, que les hace asentarse en postuladores sectarios y de prejuicios. Toca unir esfuerzos y energías en pro de un futuro de la sociedad que asiente las aspiraciones de la mayoría en el denominado estado social y democrático de Derecho. Hay que dejar que las perífrasis se obvien, y se centren en los contenidos.