Profesor

No me extraña la prosperidad económica y el prestigio social de los que gozan los profesionales de la psicología y la psiquiatría. Es que uno solamente encuentra motivos para estar depresivo. No hay manera de ser el primero en algo.

Te pasas la semana estudiando los resultados de los partidos en las diez temporadas anteriores, te enteras de las lesiones, gripes y accidentes de cada jugador, calculas la incidencia de los miedos escénicos, de las urgencias históricas, de las tendencias de cada equipo, haces la quiniela futbolística y ¡aciertas doce! Sesenta euroncillos. (Qué mal suena lo de euroncillos. Con lo bien que sonaba lo de pesetillas). Naturalmente ese milagro deben conocerlo tus amistades. En mala hora se te ocurrió contarlo, porque más de uno te dirá que él acertó trece sin tanto esfuerzo y cobró seiscientos euros. Y para hundirte más aún no faltará algún desconsiderado que recuerde un acierto de catorce.

Te consideras afortunado porque tu hijo ha obtenido un magnífico empleo, con un sueldo mucho mayor que el tuyo y en una empresa de relevancia internacional. Bueno, pues resulta que el hijo de tu vecino es su jefe. Has comprado un coche del kilómetro cero muy barato, pues los hay que lo compran en el kilómetro menos diez. El DVD que te regalaste en Reyes te costó ochenta euros en un centro comercial. Pues en el otro centro comercial lo compró él por setenta.

Eso si se trata de alegrías, porque en la tristeza es peor aún. Te rompes una pierna y el hermano de la cuñada de su vecina, en las mismas circunstancias, se rompió las dos. Tienes una neumonía y te cuenta José Mari Asenjo que él ha tenido dos y como no ha dejado de fumar espera llegar a tres. Y si te han detectado una enfermedad de lo más extraño, siempre tendrás un amigo que la tiene mayor, más extraña aún y no está tan apagado como tú. O peor aún, pues resulta que un amigo del primo de la jefa de la secretaria del presidente de la comunidad se murió en quince días, y tú llevas ya un año. Si la agencia de viajes te dejó colgado durante un viaje a Río de Janeiro, siempre hay alguno que tuvo que dormir en un banco, comer en Cáritas y venirse nadando.

Como tanta frustración no se puede aguantar decides inventarte una historia para que la gente te tenga consideración y nadie ose superarte. Optas por los cuernos, pues en un país tan machista como éste ningún hombre tenderá a presumir de cornudo. "Mi mujer me ha dejado y se ha ido con un batallón de marines". Supones que nadie desearía ser más cornudo. Te equivocaste, macho. "Pues mi segunda mujer me ha dejado y se ha ido ¡con la primera!". Y en la otra vida no espero mejor suerte, pues no voy a competir con gente como Hitler, si voy al infierno, o con san Pedro de Alcántara, si mi destino es el cielo. De manera que ni estaré en el quinto infierno ni en el quinto cielo. Por el medio tirando para abajo. En el quinto coño.