TEtl hombre es un ser indigente. Necesitamos agua, pan, medicina, vestido, trabajo, cultura... ¡Estamos sedientos de tantas cosas...!

En vano tratamos de encubrir nuestra indigencia mercantilizando la satisfacción de nuestras necesidades. Nos parece que con tener dinero ya podemos vivir plenamente satisfechos. Sin embargo, nuestro sistema de mercado sólo trata de satisfacer las necesidades más rentables, es decir, aquéllas que pueden comercializarse y proporcionar buenos dividendos. El dinero llama al dinero.

Vivimos insatisfechos. La satisfacción de cualquier necesidad es sólo el principio de una nueva necesidad. Calmada el hambre, sentimos sed. Apagada la sed, tenemos necesidad de cultura, de trabajo, de asistencia, de prestigio, de honores, de poder. Si alcanzamos una meta, seguimos teniendo necesidad de subir más. Queremos más pan, más agua, más poder. Queremos más y más y siempre más.

Todos queremos más. En realidad lo que queremos es otra cosa. Apetecemos lo que no tenemos, deseamos lo que no podemos comprar, aspiramos a lo que no podemos alcanzar.

Hay una sed insatisfecha, frustrada, prohibida en este mundo, es la sed de justicia, de amor, de paz, de libertad, de igualdad.

*Sacerdote