TAt partir de ahora, de manera compulsiva y quebradiza, hablaremos mucho de la desaparición de las manchas solares y del posible enfriamiento de la Tierra. Los seres humanos siempre estamos dispuestos a interesarnos mucho más por los asuntos extraordinarios que por los ordinarios, de ahí que al personal le inquiete mucho más la bajada de nivel del Amazonas que tener los parques de la ciudad llenos de cacas de perro y envolturas grasientas de pizzas y hamburguesas.

La Gran Vía de Madrid, que ya va por los 101 años, está llena de mendigos, pero los virtuosos de la caridad prefieren marcharse a tierras lejanas, entre otras cosas, porque ayudas a un mendigo en Madrid y es muy difícil que te secuestre nadie. ¡Ojo! Que me parece muy bien la labor de las ONG´s, sobre todo la de algunas, pero que la fascinación por lo lejano es inherente a nuestra cultura.

Mientras nos preocupamos por el posible efecto invernal que traerá consigo en 2016 la desaparición de las manchas de gas solares, irán pasando esos sucesos corrientes a los que la costumbre les resta espectacularidad, como quedarse sin trabajo, enterrar a miles de muertos caídos en la carretera, preferentemente en puentes y fines de semana, o recibir la visita de un oncogén que puede impedirnos conocer los hipotéticos efectos de la bajada de las temperaturas.

Hace poco, se hablaba del efecto invernadero y del calentamiento del planeta, y ahora parece que los cubitos de hielo los podremos recoger en el alféizar de nuestra ventana, incluso en el mes de mayo, así que nadie tenga quejas de falta de entretenimiento y variabilidad en las predicciones científicas. Ya sólo falta lo del meteorito que puede chocar con la Tierra, últimamente de capa caída, pero es que donde haya una tormenta solar tiene poca seducción la vulgaridad de un meteorito.