XLxa victoria del No al Tratado por el que se instituye una Constitución en Europa expresado por el 56,4% de los franceses abre un nuevo escenario para quienes venimos reclamando otra Europa posible. La contundencia del rechazo, con una participación del 70% de los electores, deja definitivamente en el camino un proyecto cuyos ejes centrales suponían el predominio de la Comisión Europea en la toma de decisiones políticas, del Banco Central Europeo en el diseño de las políticas económicas, la ausencia de un poder popular que contrarreste tanto a la Comisión Europea como al Banco Central y el abandono de las políticas sociales, al elevar a rango constitucional el modelo neoliberal. La victoria incuestionable del No en un país que fue uno de los primeros fundadores de la Unión Europea y que es uno de los pesos pesados del continente, supone un seísmo sin precedentes para el establishmet francés. Dirigentes y afiliados del Partido Socialista Francés, el conjunto del Partido Comunista Francés, el Foro Social, colectivos ciudadanos de izquierdas han logrado convencer con argumentos y datos a la inmensa mayoría del electorado, pese a contar con escasos medios económicos y tener enfrente a la patronal, las direcciones de los medios, la intelectualidad oficial y los partidos del Gobierno. Ha sido el triunfo de las charlas en los barrios, de las octavillas y de las manifestaciones y el fracaso de la dirección oficial del Partido Socialista y de la Unión por el Movimiento Popular de Chirac, pese a que éstos han contado con todos los instrumentos del poder a su alcance y han utilizado los medios de comunicación durante semanas para desacreditar a quienes defendían el No en el referéndum. La implicación del principal sindicato francés, la CGT, en las posiciones del No , también ha sido determinante en el triunfo de las opciones por otra Europa social y democrática.

¿Y ahora qué? La crisis de legitimidad del proyecto neoliberal que supone la actual construcción europea, expresada en el resultado del referéndum francés y en la tibieza y frialdad del triunfo del en los países que han sometido hasta el momento el texto constitucional a votación popular (con abstenciones que han rondado el 60%), tiene razones estructurales y subjetivas. Desde los años 90, el capital ha querido aumentar sus beneficios a costa de los salarios de los trabajadores y el aumento de las horas de trabajo, se ha desmantelado el llamado modelo social europeo y la amenaza de la deslocalización empresarial ha sido una constante en las intervenciones de la patronal para exigir menos impuestos y más precariedad laboral. El paro, las deslocalizaciones y las condiciones laborales han pesado en la conciencia de los franceses que han acudido a las urnas. Como dato tenemos el rechazo al texto cosechado en todos los barrios obreros de Francia.

En palabras de Jean-Marc Coppola , dirigente regional del Partido Comunista Francés, "a partir de ahora cada partido y cada asociación de izquierda tendrá que pronunciarse claramente si está a favor o en contra del liberalismo". Lo que se ha rechazado en las urnas francesas es la deriva del modelo europeo hacia posiciones ultraneoliberales, al mismo tiempo que se ha rechazado un texto en cuya elaboración la participación ciudadana ha brillado por su ausencia.

El problema podría estribar en que frente a la contestación ciudadana, los poderes europeos apuesten por ignorar la crisis de legitimidad de sus posiciones y decidan seguir adelante con su proyecto pese a todo. Es inaudito que se proponga que ante el No galo el resto de países continúen la ratificación y se vuelva a someter a referéndum el Tratado en Francia. ¿Cómo se puede defender en un sistema democrático que un texto se someta una y otra vez a referéndum hasta que los ciudadanos voten lo que el poder les dice que voten? Cuando un asunto se somete a la opinión del pueblo deben aceptarse las consecuencias, cuando se ha dicho por activa y por pasiva en el resto de países que el tratado debe aprobarse por unanimidad de los estados (teniendo en cuenta que para su reforma también se requiere esa unanimidad) y cuando esa premisa está incorporada en el propio texto, las leyes no pueden cambiarse en mitad del debate para favorecer a una de las opciones. La minimización que el gobierno de ZP ha hecho del resultado francés no es creíble. La apuesta de ZP por el neoliberalismo europeo ha quedado en entredicho.

La izquierda europea, que venimos desde 1990 pidiendo una Unión Europea de los ciudadanos, una Unión basada en la participación democrática, la preeminencia del Parlamento europeo y los derechos sociales, tenemos ahora oportunidad de demandar un verdadero proceso constituyente que recomponga las bases del modelo social europeo y permitan el triunfo del trabajo ante las ambiciones del capital. Tous ensemble, todos juntos: partidos de izquierdas, movimientos sociales, colectivos ciudadanos, sindicatos de clase, con un programa político contundente y claro frente al neoliberalismo. Es nuestro momento.

*Coordinador Generalde Izquierda Unida - Extremadura