Las vacaciones de Semana Santa concentran cada año en muy pocos días una gran cantidad de desplazamientos por carretera, lo que tradicionalmente ha tenido como consecuencia una negra estadística de accidentes, muertos y heridos en el asfalto. Hace años ya que las políticas tenazmente aplicadas por la Dirección General de Tráfico produjeron una curva descendente en el número de muertos, lo cual debe ser considerado sin discusión como uno de los grandes éxitos recientes que ha obtenido la sociedad española, toda vez que las últimas tasas de siniestralidad indican que nos hemos ido acercando a los índices de seguridad vial de los países más avanzados del mundo. Y aunque era muy difícil reducir esas cifras de muertos, los datos siguen siendo esperanzadores. La Semana Santa de este año se cierra con un descenso del número de muertos en carretera del 27% sobre el año pasado, en el que ya se registró otra fuerte caída. En Extremadura , esos datos son porcentualmente mejores, puesto que solo se produjo una víctima mortal frente a las 4 del año pasado (un 75% menos).

En el lado oscuro de este logro cabe situar una realidad que ningún experto contradice: la significativa reducción de la siniestralidad se ha producido por la extensión del miedo a las cada vez más duras sanciones por actitudes antes socialmente toleradas, como conducir a velocidad excesiva o bajo los efectos del alcohol. Es más, el conocimiento de situaciones personales próximas --pérdida de puntos, retirada de carnet, juicios rápidos con noche en el calabozo incluidas-- ha tenido un efecto multiplicador de ese temor a las sanciones.

Es lógico que los ciudadanos se sientan agobiados por los controles de los responsables de tráfico --radares, pruebas de alcoholemia, etcétera--, pero era inaplazable establecer un combate riguroso contra las raíces, sobradamente comprobadas, de la siniestralidad. De este modo, se ha ido abriendo paso una nueva conciencia de tolerancia cero con determinados comportamientos. Hay que seguir por esa vía. Las estadísticas mejorarán en la medida en que se dé una complicidad entre las autoridades responsables del tráfico y los usuarios.

La Dirección General de Tráfico ha tenido el acierto este año de incluir a los heridos graves en sus estadísticas. Se considera herido grave al que, tras la atención de urgencia, debe ingresar en un centro hospitalario durante 24 horas o más. El año pasado fueron casi 20.000 los heridos graves, muchos de ellos con terribles secuelas de por vida. A partir de ahora conoceremos con más detalle la evolución de las cifras de heridos. Las que se corresponden a esta Semana Santa son alentadoras, tanto en el conjunto nacional como en Extremadura, donde ha habido cinco heridos graves frente a los 16 del 2008, es decir, un 69% menos.