TLtos pasillos son lugares de paso, espacios de transición que nos distribuyen hacia un lado o hacia otro y nos facilitan el camino para llegar a donde queremos: lo mismo da que sea al salón o al baño que a la sala de embarque o al despacho oval. Sonará extraño pero a mí los pasillos me recuerdan a septiembre. El mes de tránsito por excelencia.

Septiembre cree ser el noveno mes del calendario pero, en realidad, es el primero: comienza el curso, se retoma el trabajo, se estrenan proyectos. Se nos acumulan las buenas intenciones en septiembre porque siempre las aplazamos para esta fecha "Empiezo en septiembre", decimos cuando hablamos de hacer dieta, de aprender inglés, de apuntarnos al gimnasio, de dejar de fumar o de impulsar nuestra relación de pareja.

Hasta el marketing, que pocas veces se equivoca, sabe que es el mes ideal para lanzar esas disparatadas colecciones por fascículos que en otro momento serían un fracaso. ¿Quién, en junio o en febrero, se lanzaría con ilusión desmedida a coleccionar sombreros del mundo en miniatura?

Pero en septiembre sí. Porque, en este mes, la vida nos encuentra a todos en el pasillo, predispuestos a los cambios, ávidos de novedades y experiencias, con ganas de abrir todas las puertas, una a una, y entrar al fin en el lugar en el que nos apetece quedarnos. Nadie puede vivir en un tránsito eterno, no conviene vivir en un pasillo para siempre, así que ahora es el momento de elegir dónde queremos meternos durante los próximos meses. Para llegar, ya sabes, simplemente avanza sin desviarte hasta el fondo de septiembre. No tiene pérdida.