I Trastévere. La mañana del domingo la dedicamos al Trastévere, ese barrio romano que está al otro lado del flumen Tévere (Tíber). El Coliseo, la Vía Imperial, Campidoglio y pasamos la isola Tiberina por el Ponte Fabrizio y luego por el Cestio. Qué curiosa la historia de la isla: un pueblito en medio del río, con su iglesia y su hospital. ¿No es acaso una rareza vivir en una isla en medio de Roma?

El Trastévere es típico y característico. Las calles estrechas, los edificios inmensos, pero sin esa loca altura de aquellos de nuestras ciudades españolas. Cinco pisos y ático como mucho, y en todas las ventanas esas contraventanas de madera. Nada rompe la armonía.

En el Trastévere vimos la huella de los Reyes Católicos: San Pietro in Montorio. Está en una colina y rodeada de una calle circular, Vía Garibaldi. Una ermita extraña junto a un edificio convento de la orden franciscana. Y allí mismo el Instituto de España y la rojigualda ondeando al aire del Trastévere. Un guardia civil, que hacía el servicio de puerta, nos saludó con la mano.

Acudieron los fieles y nos mezclamos con ellos, mientras un fraile con casulla oficiaba los ritos cristianos. Al sol, calor y en la sombra, la brisa fresca romana. En una calle de tránsito constante de turistas, nos sentamos a comer una de esas comidas descolocadas de los viajes. Y al lado, la plaza de Santa María del Trastévere: fuente, turistas, terrazas llenas.

Volvemos despacio, absorbiendo la vida romana; pasamos por Garibaldi, el Lungotévere de Cenci, la inmensa sinagoga, el teatro Marcello y el monumento imponente de Vittorio Enmanuelle; luego ya, los pasos conocidos.

Corto paseo hasta Santa María Maggiore. He aquí una de las otras caras. La desidia, que hace de las suyas. Ante un monumento tan bello, los desarrapados de la vida comen, engullen, dejan por doquier toda suerte de desperdicios e inmundicias. E la polizia romana, cosa fa? Niente. ¿Habrá un acuerdo tácito para permitir en ese lugar tan lamentable espectáculo? Santa María Maggiore. Volvemos por la Vía Marulana y pasamos por unos portales de columnas ciclópeas tomados por los puestos de cambio, trueque y comercio. Qué encanto el del anochecer romano, cuando declina el trajín de los viandantes. Buona sera, Roma. SCM.