Leo en un mapa que reflejaba la economía española de 1912 que «Estremadura (con «s»): El mejor país de España. Agrícola puro. Total: Con protección, fomento y vías de comunicación que desenvolviesen un tanto su espíritu comercial sería el jardín de la Península. Puede inundar de trigo, vino y ganado á toda España: mas no la inunda». Hace más de cien años consideraban clave para nuestro desarrollo unas mejores vías de comunicación... y ahí seguimos. La Extremadura de ayer veía como lastre las malas comunicaciones. Y la de hoy, también. El retraso de 25 años con respecto a la primera línea de AVE (14 de abril de 1992) es un dato concluyente.

El actual ministro de Fomento ha certificado que nuestro futuro inmediato es la espera. Esperar dos años más, mínimo, para un tren rápido a sumar a los dos años que ya debía estar circulando. Imagino además que habrá que esperar tanto tiempo como el que hemos venido dilapidando para que el AVE sea verdad (¡desmiéntanme!). Al AVE mejor ni nombrarlo, como hizo el ministro. Es insultante lo poco que nos cuesta interiorizar que no hay fecha para su llegada.

Me gustaría conocer al dirigente del PP que en la Cumbre Hispano-Portuguesa de Figueira da Foz (2003) señaló en el calendario el 2010 para la llegada del AVE a Extremadura. Me gustaría conocer al socialista que tragó con esa fecha en 2004 asumiendo irreflexivamente un compromiso sin cuestionarlo. Me gustaría conocer quién sopló a Monago en 2013 que el tren rápido circularía en 2015 por la región. Esa gente inconsistente, ignorante y atrevida, ¿en qué estación para hoy?, ¿siguen pronosticando o la vida les ha sacado de la circulación pública?

Que las promesas de los políticos no se hayan cumplido parece que no es culpa de ellos. Al menos no me consta dimisión alguna por este asunto. La culpa es de todos (incluidos los políticos). De todos. De usted. De mí, también. Por la falta de exigencia, por conformarse, por no acudir a manifestaciones que lo reclamaban, por creer en cantos de sirena, por la memoria frágil, por hacer caso a los desinformados, por menospreciar nuestra influencia, por sobrevalorar la de otros, por no valorarnos en su justa medida, por darnos igual, por callar, por ignorar el interés general, por vivir al día postergando lo importante, por baja autoestima, por abrazar el negativismo, por arrinconar el futuro, por la maldita indiferencia, por desgana. Y puedo seguir. Jorge Luis Borges escribió: «Porque el terreno de mañana / es demasiado inseguro para planes… / y los futuros tienen una forma de / caerse en la mitad /…/ Así que uno planta su propio jardín / y decora su propia alma, en lugar / de esperar a que alguien le traiga flores».

Hay que esperar más, para el tren, para el AVE, para la visita de turno del ministro de Fomento, para el próximo disparate, para todo. Y hay que esperar más que en otros territorios. De eso se trata, aunque las comparaciones sean odiosas. Parafraseando a James Carville diremos que es el dinero, estúpido. No somos una prioridad, pero ¿qué opción somos? ¿Hay alguna alternativa?, ¿se puede hacer algo más que esperar?, ¿todo se va a reducir a controles semestrales unidireccionales mientras el resto de las partes mantienen la tradicional pasividad? ¿Vamos a esperar que cada seis meses nos digan que hay que seguir esperando y que lo esperado no es suficiente espera? Si ésta va a ser la tónica es que no hemos aprendido nada desde aquel mapa de 1912, donde se podían hacer muchas cosas, pero no se hacían.

He recordado estos días la paradoja del tren inverso de Bastiat. Cuenta que políticos y comerciantes de Burdeos decidieron crear dos estaciones de tren en la ciudad, alejadas una de otra. En una llegaban los trenes de París y en otra salían los trenes para España. De esta manera el desarrollo de la ciudad se haría a base de ir en taxi, alternar en los bares y hacer noche en los hoteles. Bastiat aseguraba que si eso era bueno para la capital de la Nueva Aquitania lo sería para el resto de ciudades. Propugnaba que debería haber un buen corte de vía en cada ciudad. «Llevando la historia al límite, en el afán de crear riqueza, el recorrido entre París y la frontera española sería un conjunto de cortes en la vía. Es decir, un no-ferrocarril o ferrocarril inverso». Aquí tenemos un colosal corte de vía del que otros territorios se están beneficiando, nosotros no.

Es cierto que se aprende a esperar, pero solo con esperar a que todo esto cambie nuestra enfermedad no se cura, necesitamos un tratamiento de choque, aunque tenga efectos secundarios.

*Portavoz del Grupo Municipal Socialista

en el Ayuntamiento de Badajoz.