Hoy se cumplen tres años del anuncio del cambio radical en la política económica protagonizado por José Luis Rodríguez Zapatero , entonces presidente del Gobierno. Pese a su exigua mayoría sacó adelante aquel giro gracias a la abstención de CiU, UPN y Coalición Canaria. El PP, que luego profundizaría mucho más en los ajustes, votó en contra. La crisis que inicialmente era financiera se había extendido. Los gobiernos respondieron con medidas expansivas, tomando ejemplo de cómo se había salido de otras situaciones históricas similares, pero cuando las finanzas públicas se contaminaron y hubo que intervenir en Grecia para que su quiebra no hundiera al euro saltaron todas las alarmas. La presión sobre Rodríguez Zapatero y su vicepresidenta económica, Elena Salgado , fue tremenda. La prima de riesgo había escalado hasta los 170 puntos y la posibilidad de la intervención estaba sobre la mesa. El Gobierno tuvo que dar su brazo a torcer, incumplió el programa que le había llevado a la Moncloa y no dio explicaciones a los ciudadanos. Las consecuencias políticas fueron importantísimas, hasta el punto de que el PSOE perdió el 35% de sus diputados en las siguientes elecciones, en las que el PP obtuvo una cómoda mayoría.

En el aspecto económico, el mantenimiento de aquella política de ajustes y recortes no ha dado los resultados deseados. La prima de riesgo está en torno a los 290 puntos, muy por encima de los 170 del 2010, pero en julio del 2012 rozó los 700. Y las empresas tienen más dificultades de financiación. Las cajas de ahorros, que en el 2007 representaban algo más de la mitad del sistema financiero español, casi han desaparecido. Si el paro afectaba en el 2010 a 4,5 millones de personas, ahora alcanza a 6,3 millones. En fin, todas las cifras macro que sirven para medir la salud de una economía han empeorado, aunque también es cierto que podrían ser peores. El Gobierno ve los brotes verdes en el aumento de las exportaciones y de la competitividad, en parte gracias a la caída de los costes salariales.

Esas buenas perspectivas podrían quedarse en nada si la política de la UE se mantiene. La caída de la demanda interna que está ahogando a la economía española ya afecta a otros países, a los que cada vez será más difícil exportar. En los últimos meses se han alzado numerosas voces, incluso la del FMI, para que se suavice el ritmo de austeridad. Pese a la propaganda del Gobierno, ni España ni Europa están mejor que hace tres años. En el 2009 se produjo una recaída, y los indicadores apuntan que este año habrá otra, aunque menos intensa.

De la misma forma que los economistas se equivocaron al analizar lo que estaba ocurriendo entre el 2006 y el 2007, y no supieron proponer las medidas correctas, los políticos no han acertado con la política a aplicar. Pero a estas alturas, a la vista de los resultados de estos tres años de empobrecimiento y sufrimiento, quienes tienen capacidad para decidir deberían pensar más en las personas y en su bienestar que en seguir una ortodoxia tan ineficaz como la de la austeridad extrema. Otros países lo han hecho, y les ha dado resultados.