El triunfo es metáfora arrogante. Y es impulso seductor de uno de los objetivos más perseguidos por hombres y mujeres, que lograran con tenacidad y coraje, aunque muchos hayan llorado su fracaso. Por eso los padres desean que su niño sea el más hermoso, el más listo del colegio y el más brillante en la Universidad, para luego ser eminencia médica, abogado excelente, famoso arquitecto o acaudalado banquero.

Estatus sociales que reportarán bienes, honores y riquezas, exhibidos con orgullo en una sociedad donde se valora más el tener que el ser, pues "tanto tienes, tanto vales" y el "poderoso caballero es don dinero", del genial estevado. Voraz materialismo que cual potente ballesta lanza a muchos a enriquecerse con cifras de escándalo y dudosa procedencia, engolfados en un obsceno culto a la ganancia sin freno, sin que los poderes públicos pongan estrictos cedazos de control. Urge, pues, una enérgica cirugía que saje lo podrido ante la actual riada de corrupción.

Mas, con todo, serán muchos los que luchen por un triunfo limpio, corriendo animosos el derby, aunque sean pocos los que consigan el premio. De ahí que se esfuercen en vencer; y, si hay derrota, seguirán luchando después de curarse las heridas. Mas el éxito tiene enfoques diversos, pues mientras unos priorizan su ética, como Albert Camus que sentencia: "es fácil obtener el éxito, lo difícil es merecerlo", otros, como Mirabeau , afirman con cinismo: "Si quieres triunfar, no escuches tu conciencia". Mientras están los que ansían el triunfo rápido, de lo que siempre se acusó a los jóvenes, impacientes ante la búsqueda de su primer empleo. Y más ahora que pintan bastos.

Por eso, ante el amargor del fracaso, edúquese para el sacrificio y la honestidad, en este tiempo de "cólera y ceniza", en que la lepra de la corrupción hace estragos. Saramago , en su ensayo La caverna, denunció la supina hipocresía de los que dicen: "No nos importa vivir en la basura, porque salimos a la calle perfumados". Y es que el éxito debe medirse siempre por los medios empleados para adquirirlo. O sea: triunfar, si, pero con dignidad y honradez, por ser básicos soportes de toda sociedad.