WSw i hay un indicador apreciado entre los gestores del ocio es el calendario de fiestas laborales intersemanales, sean en toda España o en cada autonomía. Están tan enraizadas que han acabado imponiendo un peculiar modelo de relaciones laborales en las empresas y en las administraciones públicas, en el que se da por descontado que el calendario de libranzas se vincula a las fiestas más significativas de origen religioso. Y si esas jornadas de fiesta oficial caen en jueves o martes, la agencias de viajes hacen el resto: ofertas de escapada para cuatro días, a precios tentadores. La novedad es el aumento de destinos posibles: a las estancias tópicas, como Baleares, Canarias o poblaciones conocidas de la costa mediterránea o cantábrica, se ha añadido la oferta de visitar las principales capitales europeas, los países del norte de Africa y Turquía por un precio más que razonable.

La fiebre puentera poco tiene que ver con los datos que reflejan los apuros de las economías familiares que pagan hipotecas, tienen contratos precarios a punto de extinguirse o aún no se han recuperado de los gastos del reingreso escolar. Que nada impida las ganas de rebañar los caprichos del calendario --preludio del superpuente apoteósico de la segunda semana de diciembre-- debería llamar la atención: sigue vigente la cultura presentista del gasto inmediato pese a los síntomas inquietantes del exceso de endeudamiento de las familias.