Los partidarios de la guerra han puesto las cartas sobre la mesa. George Bush, Tony Blair y José María Aznar lanzaron ayer desde las Azores un verdadero ultimátum de 24 horas a la ONU para que el Consejo de Seguridad acceda a respaldar la decisión que ya han tomado: atacar Irak y derrocar a Sadam. Han constatado que, tras dos semanas de someter a enormes presiones políticas y económicas a los seis países indecisos del Consejo de Seguridad, no han logrado su objetivo de hacerse con los nueve votos necesarios, ni, por supuesto, convencer a Francia y Rusia de que no ejerzan su derecho de veto. Bush, que había dado algo de tiempo a la diplomacia para ayudar a sus aliados Blair y Aznar, en graves dificultades ante su opinión pública, ha roto la baraja.

Los tres mandatarios se han arrogado los poderes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas al decidir por su cuenta que Irak no ha cumplido la resolución 1441, que exige su desarme. Al dar el paso del ataque unilateral, han dinamitado los principios básicos del derecho internacional. En este contexto resulta irónico el llamamiento que hacen a reforzar el vínculo transatlántico entre Europa y EEUU como garante mundial de la democracia. El ultimátum va en sentido contrario.