Lo que ocurre estos días en los mercados financieros no responde principalmente a hechos concretos ni a datos objetivos, sino simple y llanamente a la especulación. Los inversores serios, evidentemente, se ven arrastrados por los acontecimientos y terminan actuando de forma parecida. Cuanto más peso tienen los piratas de ese océano que son los mercados, más efecto puede tener que el Banco Central Europeo (BCE) compre deuda de países que están siendo atacados por las posiciones bajistas de los cazadores de fortunas. Eso es justamente lo que pasó ayer, que la rápida intervención de la autoridad monetaria deshizo al fin el negocio rápido de estos especuladores, que al final se tuvieron que conformar con la tajada que venían sacando desde el viernes.

La efectividad de las medidas puestas en práctica por el responsable del BCE, Jean-Claude Trichet, que sería menor de aumentar su frecuencia, no puede ocultar los verdaderos problemas de fondo. El primero de ellos es encontrar una salida para la crítica situación en que se encuentra Grecia. Este país no solo es incapaz de devolver el dinero que debe, sino que está instalado en un círculo vicioso porque las medidas de equilibrio fiscal que se le han impuesto precisamente para que devuelva el dinero que debe son tan fuertes que encorsetan de tal manera su economía que van a terminar impidiéndole hacer frente a su deuda en el futuro.

Afortunadamente, las pocas noticias que salen de las ineficaces reuniones ministeriales de Bruselas apuntan a que empieza a cuajar la idea de que el segundo rescate griego implicará pérdidas para los prestamistas y que eso llevará a que las agencias de calificación lo consideren como un impago parcial. Si la Unión Europea actúa con decisión, esa salida, que supone el triunfo de las tesis de Alemania y Francia, no tendrá consecuencias tan graves como algunos temen, puesto que frenaría la sangría e incluso podría contentar a países que son muy críticos con la forma imprecisa en que se lanzó la propuesta. En presencia del presidente del Consejo Europeo, José Luis Rodríguez Zapatero no disimuló ayer sus reproches al Gobierno alemán por este asunto.

La situación es suficientemente grave como para que la Unión Europea dé un paso adelante con decisiones claras, y afronte de una vez por todas que el problema griego no es exclusivamente griego; es de todo el continente, y que los ataques a España e Italia son el preludio de lo que podría suceder a otros países, como Francia, si no se encuentra una solución ahora. Los ministros de Finanzas no han sabido hasta ahora dar una respuesta a estos desafíos. Es hora de que sus jefes se comprometan y arriesguen porque está en riesgo la viabilidad del proyecto de construcción europea.