Armas al armero. O al armario, que viene a ser lo mismo. Cultismo, armario y evolución normal, armero. En fin, hemos eliminado y aprovechado un porcentaje determinado de piezas o reses, de animales cazables y el resto ahí ha quedado para la reproducción. Son bienes renovables ¿no? Tiempo de veda, pues; prohibido cazar, hasta-largo me lo fiais.

En lugar de domingos de caza, dedicaremos el día del Señor al deambuleo distraído, nostálgico y pesaroso por esos pagos mudos de latidos y de tiros. Pronto hará un año de aquel día triste en el que nos dijeron que nuestro maestro y amigo había muerto. Delibes , el escritor cinegético por excelencia.

El CPR prepara unas jornadas de rememoración del celebérrimo autor. Hablaremos de él y de sus obras; y de caza, naturalmente. Mientras, a falta de caza, precisamente, de escopeta en las manos y de perros husmeando y cazando por esos campos, volveremos a la prosa inigualable de sus obras y a aquellos personajes entrañables, que tanto nos alegraron las horas de lectura, allá en aquellos años en que descubrimos la festiva conjunción de caza y literatura, de su mano, de la mano del vallisoletano universal.

Los mandorotones nos amenazan con un nuevo reglamento de armas que nos cortará más las alas. La nueva ley de caza, vete a saber qué nuevas restricciones nos traerá, y los anticaza con el sonsonete de la tontísima protección, pero sin poner un duro; que los que nos rascamos la faltriquera somos nosotros, los cazadores, precisamente. Bueno, amén Jesús. A ver si llegamos a una nueva temporada y mientras, gracias, Señor, por habernos dejado disfrutar de la temporada pasada. Alabamuste, Domine, et glorificabimus tibi.