Hoy hace 25 años los españoles votaron por el cambio política y un joven Felipe González Márquez llegó al poder. La entonces incipiente democracia --hacía cinco años de las primeras elecciones generales y menos de dos del golpe de Tejero-- estaba por consolidar. Y la alternancia, y el gobierno de la izquierda, era una asignatura pendiente en un país que había sufrido durante décadas una dictadura.

25 años después, es indudable que González gobernó más de trece años con un balance muy favorable. Cuatro aciertos fueron decisivos. El primero fue la consagración de la supremacía del poder civil, en especial la subordinación del Ejército, realizada con la ayuda del entonces ministro de Defensa Narcís Serra. Hoy ya nadie especula con el nombre de los mandos militares.

El segundo fue la plena integración en el concierto de naciones democráticas. Ello implicó tanto una rectificación --el arriesgado referendo celebrado en nuestro país para mantener a España en la OTAN--, como el ingreso en 1986 en la Unión Europea y la apuesta firme por el Sistema Monetario Europeo, que facilitó luego la entrada en el euro.

Y aquí llega el tercer legado. Una política económica responsable, que acentuó la ortodoxia de los pactos de la Moncloa y que permitió la apertura de la economía española a la economía internacional.

El fracaso del socialismo de François Mitterrand facilitó la renuncia a recetas periclitadas como las nacionalizaciones y la despreocupación por el déficit público y la inflación, galopante en la década de los setenta y ochenta. Lo cierto es que la política de Boyer, Solchaga y el primer Solbes puso las bases del gran milagro económico español.

Pero esa gestión tuvo también costes, como serios enfrentamientos con los sindicatos, en especial la UGT, que aspiraban al derecho de veto sobre la política económica. Aquí también el interés general se impuso, aunque parte de la derecha, en su afán de desembarazarse de González, no dudó en alentar huelgas generales. Ahí está la actitud de la COPE el 14 de diciembre de 1988.

El cuarto legado es construir un moderno sistema fiscal --acostumbrar a los españoles a pagar impuestos en función de la renta que percibían-- para poder levantar los cimientos de un moderno Estado del bienestar, tanto en pensiones como en sanidad y educación.

También hubo graves errores, como casos de corrupción sonados (los más llamativos fueron el del que fuera responsable de la Guardia Civil, Luis Roldán, y el del gobernador del Banco de España, Mariano Rubio) y el Gobierno perdió autoridad moral con el caso del GAL.

Pero el balance está ahí y estos mismos casos demuestran que, en trece años, la democracia española se hizo mucho más exigente. O que a la izquierda se le exige más.