Pintor

La vejez es fea, incluso nos la pintan antiestética, soez, perturbadora. Y lo cierto es que la vejez nos asusta, es el espejo que refleja nuestro futuro inevitable. A los niños se les prepara para la adolescencia y la madurez, las etapas de la vida en que el mercado se lleva su máximo botín, y se les oculta la posibilidad de prepararse para una prórroga bañada por el respeto, la experiencia y, a veces, la sabiduría.

No hace tanto, la conciencia de la clase trabajadora ponía cada edad en su sitio; la vejez de ahora no encuentra el suyo. Los viejos compran poco, perturban mucho y su lento crepúsculo no aprovecha. En su día hicieron lo que debían y pueden seguir haciéndolo si la sociedad ralentiza el ritmo y el mercado no hiciera guiños sólo a la juventud. Esto también es cultura.