Somos la ropa que vestimos y el peinado que llevamos. Los libros que hemos leído, los labios que hemos besado. Somos las ciudades que visitamos y las estaciones que hemos visto pasar. También somos las horas que dedicamos a comer, los vinos que elegimos, las promesas que nos pesan. Somos las palabras dichas y los silencios regalados. Y somos los miedos que encerramos. A veces muy hondos, recónditos en lo más profundo, para que nadie los encuentre, para que no puedan hacernos daño ni llevarnos donde no queremos ir. El miedo es libre, dicen, y cada uno lleva a la espalda los suyos. Miedo al compromiso, a las arañas, al fracaso, a volar...

Todos tenemos miedos, y en estos días son más latentes. Nadie camina toda su vida pensando que es finita, que somos caducidad y paso, porque levantarse a diario con esa idea nos haría la existencia insoportable. Pero de pronto hay acontecimientos que nos ponen de frente a la realidad del ciclo de la vida y el miedo se hace fuerte. Y entonces somos lo que hacemos con él; podemos escondernos, gritar, paralizarnos y dejar que nos domine. O podemos intentar hacer algo con ese miedo: tratar de convertirlo en fortaleza, en decisiones, en renuncias y en acciones.

Creo que el mayor miedo de muchos en estos días es contagiar a los que aman. Por eso han renunciado al egoísmo de tenerlos a su lado, para protegerles de la posibilidad de que su amor se transforme en enfermedad, y esa renuncia convierte su miedo en un acto de valentía, de generosidad y de entrega. Hay quien ha cogido su miedo y lo ha transformado en mascarillas cosidas en sus hogares clausurados, en comidas preparadas para sus vecinos, en rezos anónimos para almas y cuerpos con los que quizás nunca se cruce. Miedos que se han hecho pelea titánica al pie de cada cama, luchando por sacar adelante a tantos. También hay miedos a la soledad, combatidos y compartidos a base de redes sociales, de creatividad, de ingenio. Cuando esto acabe, que va a acabar, cogeremos todos nuestros miedos y los pondremos frente a nosotros. Les miraremos a la cara y les diremos que pudimos con ellos, que quizá no nos han hecho más fuertes, pero que sin duda nos han hecho distintos. Y seguramente, mejores.

*Periodista.