Celaá nos ha prometido revertir los recortes, no todos, pero sí algunos. La noticia ha alegrado a la comunidad educativa, a mí el primero, pero como diría Nietzsche, una cosa es escuchar al titiritero y otra muy distinta ver lo que hace.

Si en principio no hay cambio, la idea es dejar a cada comunidad educativa la libertad de aplicar dicha reversión, por ejemplo, la reducción de horas en Secundaria. La medida justa, razonable y propia de un cuerpo estatal y propia de un ministerio, sólo es una, no superar las dieciocho horas en todo el territorio nacional. No se puede, o mejor dicho, no se debe señora Celaá, dejar a cada comunidad autónoma que marque las condiciones de trabajo de sus docentes, según objetivo de déficit o según le convenga, principalmente porque con ello separamos y distanciamos más que unimos e igualamos, la profesión, a sus trabajadores, a la educación y a los alumnos. Además, no parece propio de las ideas de base que se presupone.

Quiero imaginar que nuestra ministra todavía mantiene su mentalidad de consejera de Educación autonómica y todavía no piensa como ministra. Cuanto antes cambie el chip mejor para todos. Pero la desvertebración del sistema educativo, por desgracia, diecisiete a día de hoy, no sólo acaba con las horas lectivas. Las diferencias son tantas que alguien debiera plantearse seriamente retomar el pacto educativo y establecer un estatuto docente que elimine por fin tanta diferencia.

Un docente puede cobrar 6.000 euros más en una comunidad autónoma que en otra, con menos horas lectivas y con más licencias y permisos que otro. Si esto no va en contra de los derechos de unos trabajadores que perteneciendo a un cuerpo estatal, realizan o debieran el mismo trabajo que venga Marx y lo vea.

El gobierno ya eliminó la obligación de descontar las bajas por incapacidad temporal, enfermedad común, sin embargo no todas las comunidades la han hecho efectiva, Extremadura una por ejemplo. No parece lógico que un maestro extremeño deba pagar por enfermar cuando ya no existe obligación estatal para ello. Es que ni siquiera en el acceso a la función pública, los requisitos en cada comunidad son los mismos, pues unas puntúan los que otras no y viceversa.

Eso sin hablar de las cifras dispares de abandono y fracaso escolar por comunidades, adquisición de competencias, bilingüismo, etcétera. Nuestro sistema educativo, sus diecisiete sistemas, currículo, horarios y las condiciones y remuneraciones de sus trabajadores conforman un auténtico reino de Taifas.

Tenemos una deuda pendiente con nuestro sistema educativo y sus trabajadores, no con hacer malos a los partidos de la oposición para hacerme bueno ni para obtener votos, lo tenemos con nuestros alumnos, familias, docentes y futuro. A ver si nos damos cuenta.