El anuncio de que las vacunas contra la COVID-19 de Pfizer y de Moderna podrían estar disponibles en pocos meses, presumiblemente con muy buenos resultados, ha disparado los índices del IBEX 35. Y la población mundial, que tanto necesitaba un respiro, ha tratado de contagiarse del optimismo de los mercados.

No es que la gente se haya lanzado a la calle en multitud para festejar con pasacalles el final de la pandemia, pero es cierto que, en petit comité, o incluso aferrados a la soledad de la almohada, todos hemos soñado con la vuelta a la vieja normalidad, esa vieja que ahora nos resulta tan joven y animada. ¿Quién no ha pensado a raíz de noticias tan alentadoras en unir a abuelos y nietos sin miedo, caminar por la calle sin mascarillas, realizar ese viaje que teníamos pendiente o leer la prensa sin percibir la sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor?

Estábamos tan necesitados de un empujón anímico como los propios mercados. Ahora bien, los mercados suben y bajan, pero no piensan ni sienten (al menos no en el sentido más estricto de ambos términos). Nosotros sí, y ahora, pasado el impacto de saber que el fin del túnel podría estar más cerca, vienen las dudas: ¿Es realmente segura la vacuna contra el coronavirus? ¿Cuánto dura su inmunidad? ¿Tendrá efectos secundarios? ¿Habrá dosis disponibles para todos? ¿Qué ocurre si el dichoso virus muta?

Los vacunólogos nos piden paciencia y cautela mientras otra crisis, la económica, sigue castigando nuestra moral… sin paciencia y sin cautela. Es difícil mantener el tipo cuando uno pierde su trabajo y vive confinado en su casa o en el barrio, o si no puede ver a sus mayores.

Las vacunas nos recuerdan que la vieja normalidad podría estar a la vuelta de la esquina, pero aún no sabemos si son la solución o tan solo un placebo amoroso en estos tiempos del cólera.

Nuestro objetivo es seguir vivos para averiguarlo.