TPtensando en Viernes 13 y su terrorífico protagonista, o en el Jueves Negro , en que se produjo el crack de Wall Street, nunca creí que Viernes Negro fuera cosa buena, pero resulta que sí. El de la semana pasada no es título de película de terror, ni jornada letal en la Bolsa, sino día de compra compulsiva que sigue a la fiesta de Acción de Gracias. Los consumidores en Estados Unidos han certificado con sus 11.400 millones de dólares gastados que la recesión es agua pasada. Nueva York abrió con ascensos, contagiando a las bolsas del mundo. Así Europa respiró un poquito pese a la amenaza de las dos velocidades de Merkel y Sarkozy , o precisamente por ella.

Y en casa, en este impasse en que se ha convertido el tiempo que por ley tiene que esperar Rajoy para convertirse en presidente de Gobierno asistimos a situaciones chocantes. Choca, por ejemplo, que tras retrasar sin motivo --o por motivos ocultos-- la tan necesaria convocatoria de elecciones, entren ahora las prisas para que el popular actúe, tomando rápidas decisiones que se suponen trascendentes para el futuro español. Algunos le llaman sensato, otros indolente. A Cayo Lara le sulfura que hable con los banqueros y a Rosell no le mola que hable con los sindicatos. Todo urge. Bruselas apremia y la gente se echa las manos a la cabeza porque los plazos se respetan. Como si de él dependiera, todos queremos saber de dónde va recortar, que explique su plan oculto, si lo tenía, que haga algo. Mas lo que está claro, a pesar de que muchos ingenuos todavía crean en la política, es la poca tanta trascendencia de las decisiones que tomen unos pocos conforme a su ideología. ¿Qué oscuros arcanos mueven la economía? ¿El nombre de los ministros del ramo? ¿Las reformas y ajustes? ¿O el hecho de que, al otro lado del globo, de un viernes negro surja una semana luminosa? ¡Independencia!, clamaba, Merkel en su cumbre. Pero la palabra ha perdido significado. Haga lo que haga Rajoy, decida lo que decida, su éxito o fracaso dependerán de circunstancias que escapan a su control. Y lo que es peor, al nuestro.