Abogada

Una vez más nos ha sorprendido la muerte en el entorno del balompié. Una muerte inútil que socava nuevamente el concepto de juego limpio, por el que apostamos a los que nos gusta el deporte, especialmente el fútbol. Recuerdo con catorce años en una Copa del Rey cómo fui asaltada por un energúmeno que postulaba otros colores que los míos, y que gracias a la intervención de otro aficionado no fui sepultada en el foso del campo de fútbol. Para mí fue una experiencia traumática, que pudo costarme la vida por la violencia gratuita de los ultras , a los que a pesar del tiempo, no se les ha podido calmar , y siguen campando a sus anchas tanto dentro como en las inmediaciones del campo de juego.

La denominada violencia en el deporte sigue siendo, no obstante, un tema minimizado, desde el punto de vista del análisis de la violencia, amortiguado por el hecho del que lo hace bajo los efectos de un sentimiento a favor de los colores de un club, de cualquier disciplina deportiva. Sigue habiendo demasiada hipocresía en torno a la violencia en el deporte. Los clubs siguen sin atajar el tema y muchas son las gentes que ironizan en torno a ello, bajo la descalificación del ultra y nada más. Pero les aseguro que aquel energúmeno que me golpeó era bastante consciente de lo que hacía, y siempre tuve la sensación que lo efectuaba bajo una gran impunidad. De aquello han pasado ya más de diez años. Y lo triste es que siguen cayendo víctimas bajo la coartada de una actividad deportiva. Impresentable y lamentable. No se debe permitir ningún tipo de prórroga más en este terreno, especialmente si, como ha sucedido recientemente, los goles se han marcado a costa de vidas humanas.