TLta calidad asistencial hospitalaria ha sido definida como la satisfacción de las necesidades y aspiraciones de los enfermos (clientes y usuarios), tanto reales como percibidas, con el menor consumo de recursos. Dicha calidad tiene dos facetas: una asistencial y otra no-asistencial, entre la que podemos encontrar una serie de factores como limpieza, comida o visitas. En los últimos días ha salido a relucir en Plasencia y Badajoz el asunto de las visitas a los hospitales.

Si las opiniones de los familiares se tuvieran en cuenta, podíamos asegurar que se reparten al 50% a favor y en contra de la medida (EL PERIODICO EXTREMADURA de 12 de noviembre).

Han pasado aquellos tiempos en los cuales nuestros hospitales, antes residencias sanitarias, (Perpetuo Socorro y San Pedro de Alcántara) tenían en sus puertas cancerberos de lujo y uniformados, muchos procedentes de aquel primer cierre de la valla de Gibraltar, controlando los pases de las visitas que acudían al hospital. Dos pases por enfermo de mañana, tarde o permanente a criterio de la supervisión de planta, ¡había un criterio¡ Riguroso sistema, en ocasiones llevado a extremos insospechados, que nada tiene que ver con la actual libertad de entradas. Visitas no sólo al familiar ingresado, sino a todo los vecinos, amigos y conocidos del barrio o pueblo propio o limítrofe, cuando no venta ambulante por catálogo o incluso una partidita de cartas entre acompañantes durante las horas nocturnas --y no es exageración--.

Cada día son miles las personas que acuden a los hospitales: pacientes, familiares, proveedores y visitadores. Los pasillos están como las calles Menacho o Pintores en horas punta, los vestíbulos como la plaza Mayor del pueblo en día de fiesta y las habitaciones --no individuales todavía-- a rebosar. Todos queremos cumplir socialmente y este es un buen momento para ello, pero los enfermos necesitan silencio y reposo para recuperarse, pero también necesitan a sus familiares. Conjugar ambas necesidades no es fácil y cada vez más, ante lo que sucede, los centros hospitalarios optan por limitar los horarios dadas las reclamaciones de los propios enfermos. Si a ello unimos la necesidad de control del ruido, voces, televisiones a cualquier hora, tabaco por doquier, y las interrupciones que todo ello produce en el personal que trabaja, así como el consumo de recursos, parece razonable un control exquisito por modernos sistemas de acceso que regulen el tránsito y visitas a los enfermos, que sin duda lo agradecerán y ¡la calidad de nuestros hospitales mejorará!

No se debe olvidar que estos mecanismos también sirven para controlar entradas y salidas del personal si fuese necesario.

*Médico