Ha llegado a Extremadura este otoño dorado con sus lluvias amables, mientras en otros lugares de España se desalojan casas, y torrentadas y diluvios demuestran de nuevo y sin remedio que el agua tiene memoria y busca recorrer los cauces de antaño, donde los ingenuos, los avarientos, los especuladores, los ignorantes o simplemente los bobos pensaron que podían edificar, sin memoria y sin vergüenza.

Ante las catástrofes naturales y, pese a la soberbia humana que desde Babel aspira a imponerse a los dioses, llámense estos Yaveh, Thor, Odín, Ra, Eolo, o cualquier nombre precioso y terrible, los avances, la técnica o el tiempo previsto para mañana a menudo son inútiles. Y otras veces son la estupidez y la manía persecutoria del ser humano de hacerse daño las que provocan desgracias evitables.

Cuando la tragedia golpea, el agua enfurecida rompe familias, arrastra coches, enseres, animales y personas, cuando asistimos a las historias de heroísmo, solidaridad, dolor y empatía posteriores y lloramos por el pequeño Arthur y su familia destrozada como tantas otras, no es solo la hora del lamento. Son los fallos humanos pasados y presentes los que permitan una edificación salvaje que invade zonas peligrosas y donde a poco que se investigue, se sabe que ocurrieron desgracias similares no hace tantos años.

Luego indigna el modo en que las autoridades eluden no ya su responsabilidad sino su culpa, decretan lutos y banderas y declaran zonas catastróficas. Se edifica donde no se debe y se descuida la limpieza de los cauces. Después, cuando la debacle ya se ha producido, el caos en las tareas de salvamento o aún peor, la constatación de que unidades de élite como la UME no tienen sede en la zona porque a los grupos independentistas no les apetecía que el ejército español estuviera, por ejemplo, en Baleares provocan la náusea.

Y mientras entre tanto dolor hay quien le da una escoba al rey para humillarlo o critica a Nadal por ayudar, intuimos que eso son, en gran medida, reacciones desesperadas. Y sin esperanza alguna profetizamos que la catástrofe volverá a pasar.