Don Luis Mazzantini Eguía fue un excelente gobernador civil. De Ávila y de Guadalajara. Atrás quedaban los más de tres mil toros que estoqueó (en un tiempo, dicho sea de paso, en el que no se conocía la penicilina). Vasco de Elgóibar, hijo de italiano, en los ruedos ya le llamaban Don Luis. Porque, si para ser torero lo primero es parecerlo, para ser político también. Parecer político, se entiende.

Viene aquí Mazzantini a modo de ejemplo. Político y torero. Los toreros son, obviamente, necesarios. ¿Son necesarios los políticos? De responder afirmativamente habríamos de proveernos de cierta cantidad de ellos. Es más, dadas las altas magistraturas a las que están llamados, altas también deberían ser sus capacidades. Personas capacitadas, de buen talante y probidad sin tacha. Sobre este asunto se ha escrito mucho, pero no tengo leído que ser bombero o forense inhabilite para ser político. Ser torero tampoco. Tampoco inhabilita.

No tengo reparo alguno en que Morante se manifieste a favor de Vox. No me disgusta que Serafín Marín, el torero catalán, vaya de número tres en las listas por Barcelona del partido de Abascal. Y si Miguel Abellán cree que su sitio está en el Partido Popular, alabado sea. Pudieran ser meros casos puntuales, y de hecho lo son,... pero ponen a la tauromaquia en un brete.

Porque la tauromaquia es de todos. De los rojos y de los azules. De la negra reacción y de la horda revolucionaria. De la muy pía Inquisición y de la muy impía cheka de Fomento. Así ha sido desde que España es España. Sombras de toros negros sobre paredes de cal blanca. Falangistas como el Algabeño y republicanos como Litri II o Félix Colomo. ¡Gloria siempre a los héroes de la 96ª Brigada Mixta del ejército republicano, la que pasó a la historia como Brigada de los Toreros! Franquistas declarados como Marcial Lalanda (nueve de sus familiares más cercanos asesinados por los rojos, entre ellos, el también matador de toros, su primo, Pablo Lalanda), o anarquistas como Francisco Galadí y Joaquín Arcollas (ellos mismos fusilados por las derechas junto al buen poeta y mejor aficionado Federico García Lorca). ¡Porque la tauromaquia ni era ni es, ni de los unos ni de los otros!

Por todo esto, por nuestra historia, no tendría inconveniente en que algún matador, banderillero o picador se presentara por Podemos. O por el PSOE. Es más, visto lo visto, sería hasta conveniente.

Ningún partido como Vox se ha manifestado en defensa de la tauromaquia. Con claridad meridiana. Con inaudita valentía Y, por tanto, es razonable que los toreros (y los aficionados) le den su apoyo. A todo ello ha contribuido no solo la actitud decidida de Vox, sino la muy errática, muy hemipléjica y muy claudicante de los otros partidos. Agradecemos a Vox su beligerancia en defensa de la tauromaquia; pero queremos aficionados (y toreros) en todos los partidos.

La empresa de Las Ventas (del Espíritu Santo), iluminada por el ídem, ha puesto en marcha una campaña de publicidad con el lema: «Votes a quien votes, vota San Isidro». Lema al que yo colocaría dos signos de exclamación como dos banderillas de fuego. Acierta Simón Casas. Él, por francés, lo sabe bien. Ni derechas, ni izquierdas,... ¡solo toros! Esta es la ocasión propicia para que los partidos que se han alejado de la tauromaquia reflexionen, para que vuelvan y para que se sumen a la defensa de la cultura y de la libertad. Nuestra cultura y nuestra libertad. Fuera solo deberían quedar los enemigos de los toros, que, a buen seguro, son los enemigos de la libertad.

Termino. La anécdota es sumamente conocida, pero no está de más recordarla aquí. Durante una cacería, el Caudillo le preguntó al torero Luis Miguel Dominguín cuál de sus hermanos, Pepe o Domingo, era el comunista. Por entonces ya se sabía que en casa de Domingo Dominguín, también matador de toros, se imprimía Mundo Obrero. Sin dar mayor importancia a sus palabras, Luis Miguel, se limitó a contestar: «Los tres, Excelencia, los tres somos comunistas». Y siguieron cazando tan ricamente. Pues eso. ¡Tengamos la Fiesta (con mayúscula) en paz!