Cuando vaya a votar en las próximas elecciones, en el 2008, no sé si me acordaré de Tintín, del 11-M, de Irak, del Prestige, de la obsesión de Rajoy por Zapatero, de las banderas de nuestro país, de las actas de Crawford, de Aznar, de la placidez de Mayor Oreja durante el régimen de Franco, de las 13 rosas y la memoria histórica, de las bufonadas de la COPE, de la ligazón de Sánchez Dragó con la cursilona Esperanza Aguirre, del amparo a la mujer maltratada, del primo de Rajoy y su cambio climático, de que no hay rendición ni tregua con ETA, de que Navarra no se rompe y la gobierna UPN, de que siempre se negoció con ETA (Suárez, González, Aznar y Zapatero), de las promesas imposibles del PP de reducir impuestos para que nos saquen el dinero por otra parte, de la Iglesia católica y su "compasión" por los homosexuales, del anticatalanismo de la cúpula dura del PP, de la manipulación de inmigrantes para restar votos al PSOE. No sé si me acordaré, en fin, de las amarguras personales de un Gallardón encorsetado, de un Zaplana que navega en aguas cercanas a Benidorm, de Pedro J. Ramírez manipulando los hechos del 11-M, del Rey con aplomo que pone en su sitio al burdo dictador, de un pícaro Sarkozy que se pone medallas sin obtenerlas, de un despreciable Bush que nos quiere meter para siempre en su agujero negro, de la imposible vivienda con las inmobiliarias de toda la vida. Y, sobre todo, de esa frase tan falsa de que "se vota futuro". Políticos, asegúrenme el presente, pues el futuro es un presente tardío de 24 horas. Yo votaré al político que menos prometa, pues será el que menos me defraude.

Alicia Martínez García **

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